• Por Jorge Torres Romero
  • Columnista

A mí también me resultan grotescos esos “abrazos republicanos” entre líderes colorados con frondosos antecedentes de corrupción y con deudas pendientes con la Justicia. Tal vez nunca logré digerir ese menú de la política dura de “tragar sapos y culebras”, por ello quizás, toda mi vida seguiré siendo periodista, no político y tampoco colorado.

Pero para entender esa lógica de los afiliados a la Asociación Nacional República, nucleación política que ayer celebró 134 años, hay que darle un giro a ese binocular que usamos para mirarlos y observarlos desde otra perspectiva.

Los colorados tienen lo que se llama “vocación de poder”. Es el empeño que le ponen para realizar determinada tarea que les permita seguir gobernando, ahora, si gobiernan bien o mal, es otra discusión y esa es una deuda pendiente, no solo atribuible a un signo político, ya gobernaron liberales e izquierdistas y nuestros males siguen, porque la corrupción es trasversal, la corrupción no es un problema cromático, es endémico.

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Si estuviésemos en Noruega, Islandia, Suecia, Nueva Zelanda, Dinamarca o Canadá, países con la mejor democracia según el Democracy Index elaborado por The Economist, en donde la política testimonial, la de los hechos, las acciones, los resultados, surten efectos y generan rotaciones o no sobre quienes deben administrar la cosa pública, los “abrazos republicanos” no tendrían resultados electorales.

Pero, en Paraguay, el fenómeno político llamado ANR, parte de una cuestión básica y elemental para la permanente conquista del poder y que a cada tanto lo esbozan algunos de sus actores: “más vale dirimir nuestras diferencias en el poder que en la llanura”. Esto representa la practicidad absoluta para llegar al objetivo, a diferencia del segundo partido político más importante del país, el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), cuyas rencillas son irreconciliables (ejemplo: Efraín Alegre-Blas Llano) y les es imposible conquistar el poder, para desde allí llevar adelante lo que pretenden hacer.

En Paraguay tuvimos experiencias de quienes han buscado imponerse con la política testimonial, la de los valores, los principios éticos y morales (ej. Patria Querida), pero no prendió. Arrancó en el 2003 de la mano del empresario Pedro Fadul y con legisladores que marcaron la diferencia en su gestión, pero que en sucesivos períodos fueron desapareciendo y quedaron sin votos del electorado.

Entonces, ese Paraguay que todos anhelamos, necesariamente, lo debemos construir día a día entre todos, como diría un colega, con los puritanos y con los condenados al fuego eterno. Es el pragmatismo puro, sumar para conquistar votos y seguir en el poder y desde allí empujar las políticas estratégicas que nos permitan resultados para la gente, no solo para el correligionario. La lógica colorada es esa, si ellos no imponen ese pragmatismo pueden perder el poder y los que vendrán podrían ser peores, ahí está el ejemplo, Argentina, Venezuela, Perú y otros modelos que dividieron esos países hasta destruirlos.

El ideal es llegar a convertirnos en esos países mencionados con democracia plena, con instituciones fortalecidas, pero como pasa en nuestra selección nacional, este es un proceso (educación), donde varias veces nos tocará perder el partido, para luego conquistar el triunfo y llegar al objetivo. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.

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