“Duele decirlo, pero hay que decirlo”

Del proyecto del Presupuesto General de Gastos de la Nación (PGN) 2022 presentado por Hacienda la semana pasada saco la siguiente conclusión general del análisis correspondiente: 1) Es optimista: nos va a ir bien y cubriremos los servicios básicos y fundamentales en términos de salud, educación, seguridad social (atención a los más necesitados), manteniendo el foco en las obras públicas; 2) No está mal intencionado en cuanto a las prioridades, aunque se exagera nuevamente en las obras públicas (con endeudamiento), cuando el peso grande del sector de construcciones recae en la fuerza y la dinámica del sector privado, que en un escenario optimista puede perfectamente compensar temporalmente una necesaria suavización de la marcha de las obras públicas, para priorizar recursos escasos, no abrazar demasiado endeudamiento y bajar el déficit fiscal, como señal clara de una responsabilidad mayor en el manejo de las finanzas públicas.

Si nos manejásemos con un déficit fiscal del -1,5% del PIB (Producto Interno Bruto) para el 2022, el agujero a cubrir entre gastos superiores a los ingresos sería de 610 millones de dólares. Sería lo prudente, más aun teniendo en cuenta la recuperación de las recaudaciones de impuestos, este año, con una continuidad aceptable el próximo año. Es importante un menor endeudamiento en el 2022, como señal contundente de que en los años electorales claves, no se tirará la casa por la ventana. Con un déficit fiscal del -3% del PIB necesitaríamos cubrir el agujero con 1.219 millones de dólares. La proyección de que unos 200 millones de dólares para salud serían proporcionados por deudas a tomar, habla bien de la importancia dada a la salud, lo cual es aplaudible, pero es el endeudamiento lo que cuestiono.

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Hay una contradicción en el mensaje oficial al proyecto 2022: Se dibuja el escenario con contenido optimista, aunque la velocidad del crecimiento económica bajaría del 4,5%/5% estimado para este año a un 3,8% dibujado para el 2022. Este debilitamiento de la fuerza del crecimiento está previsto para toda la región en el 2022, teniendo en cuenta el final del llamado efecto rebote este año con respeto al tremendo bajón en el 2020, por un lado, y por la vuelta a la disciplina macroeconómica por parte de los países después de las flexibilizaciones y alicientes otorgados por los gobiernos y los banco centrales, por el otro lado. Por ejemplo, América Latina y el Caribe (ALC) crecería 5,9% este año y un esperado 2,9% el próximo, de acuerdo con los datos de la Cepal (Comisión para ALC de las Naciones Unidas). En el caso de Paraguay se estima un crecimiento del 4,1% para este año y del 4% para el 2022. En el caso de Argentina, pasaría del 7,5% al 2,7%. Brasil del 5,2% al 2,2%. Y Uruguay del 4,1% al 3,2%.

Lo mejor, desde cierto punto de vista, en el proyecto 2022, es el manejo cuidadoso de los aumentos salariales, privilegiando exclusivamente a maestros y a los de salud, de la mano de aquellos ajustes automáticos a ser otorgados en línea con el 4,4% de aumento del salario mínimo legal en el sector privado a partir del 1º de julio pasado. Esto es lo que el Parlamento debe respetar como tope. Puede cambiar y corregir para mejorar el proyecto, pero no debe bajo ninguna circunstancia aumentarlo en términos de los gastos, sobre la base de proyecciones artificiales de ingresos futuros. Was gesagt werden muss, muss gesagt werden. Duele decirlo, pero hay que decirlo.

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