- Por Felipe Goroso S.
- Columnista político.
Dicen que, en una ocasión, el primer ministro Winston Churchill le dijo a un joven parlamentario y correligionario del Partido Conservador británico, debutante en el juego de esgrima del debate parlamentario, que siempre tenga presente que sus peores enemigos no estaban en la bancada de enfrente (donde se sientan los laboristas), sino en la fila de atrás (donde se encontraban sus compañeros de partido). Años después, el primer canciller alemán, Konrad Adenauer, uno de los padres de Europa, lanzó: “Hay tres tipos de enemigos: los enemigos a secas, los enemigos mortales y los compañeros de partido”. El italiano Giulio Andreotti, otro primer ministro, hizo la siguiente distinción entre seres humanos: “En la vida hay amigos, conocidos, adversarios, enemigos y compañeros de partido”. Ubicó a cada uno en un escalón de una escalera que sube hacia la tensión.
De alguna manera, estas frases ayudan a entender que en los partidos (al menos en los que efectivamente se disputa el poder, a diferencia de aquellos que no pasan de ser de sellos de goma) abundan las rencillas, golpes bajos e infidelidades políticas y personales, posiblemente porque el poder es tan goloso como discutible, tan sólido como vulnerable. Mario Abdo Benítez podría escribir un tratado sobre el desgaste de la fraternidad y la permanencia de las intrigas en su propio movimiento. Desde que llegó al Palacio de López han sido más los que le han puesto cáscaras de banana a los que han intentado darle estabilidad. Lo que en la jerga militar se conoce como fuego amigo. Es posible que le haya faltado habilidad para cohesionar lealtades y mano dura para desarticular a conspiradores, pero también hay que decir que sus propios compañeros de movimiento no se la han hecho fácil. Sin duda alguna, Abdo Benítez lo hubiera podido hacer mejor, pero no le han ayudado quienes estaban obligados a hacerlo. Basta observar con agudeza los hechos y momentos de mayor crisis, de los muchos que tuvo, para evidenciar que ha encontrado más acompañamiento en Honor Colorado.
El sábado se dio un acto público en la ciudad de Coronel Oviedo; podría haber sido uno más de los que se están teniendo en cada departamento donde los movimientos más importantes muestran su apoyo a los candidatos colorados para las municipales de octubre. Pero no fue uno más. Se llegaba a ese acto luego de una semana donde lo que reinó fue aquello que les mencionaba más arriba. Los números de las mediciones que se manejan hacen que desde Añetete apuren el posicionamiento y la campaña presidencial del, hasta ahora, ungido: Hugo Velázquez. Y los apuros generan descuidos y olvidos, uno de ellos es que la parada previa a las internas presidenciales y para la Junta de Gobierno son las municipales. Ahí debería estar el foco, sin embargo, eso no se está dando en hechos concretos, más allá de expresiones vacías y políticamente correctas. Un pequeño y muy selecto grupo que tiene una visión más integral en Añetete, operó para que el presidente de la República haga acto de presencia en ese acto. Era lo conveniente y oportuno de manera a consolidar el proceso con vistas a las municipales, sin embargo, eso no se concretó. Al parecer, el Presidente sigue escuchando a los mismos de siempre. Días antes el Presidente prefirió ratificar el ungimiento de la candidatura a la Presidencia de la República del actual vicepresidente. Y se hace hincapié en esto porque debería de ser Añetete el más ocupado en generar estabilidad y unidad para su gobierno. Pero no, se prefiere tirar leña al fuego.
En política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, debe priorizarse todo aquello que cumpla con dos requisitos trascendentales: lo conveniente y lo oportuno. Los apuros no se enmarcan en ninguno de ellos.