- Por Ricardo Rivas
- Corresponsal en Argentina
- Twitter: @RtrivasRivas
Solo faltan 7 días para las elecciones primarias simultáneas y obligatorias (PASO) con las que en este país se definirán quiénes serás las candidatas y candidatos que el venidero 14 de noviembre disputarán posiciones para renovar la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio de la de Senadores. En los días que correrán hasta que se vote, porque así lo dispone la ley, no se podrán divulgar los resultados de ninguna encuesta.
De todas formas, el único dato seguro que emana de esos estudios para saber cómo se encuentra ánimo social respecto de la política, es que solo el 5% de los consultados telefónicamente responde cuando son requeridos para saber por quién habrán de votar. De entre quienes contestan, emerge que es muy probable que crezcan el voto en blanco, los sufragios anulados, la no concurrencia y los votos positivos para las izquierdas y para las candidaturas antisistema, como se categoriza aquí a quienes exhiben posturas radicalizadas para el manejo de la economía y de las políticas sociales. En las conversaciones informales, las y los encuestadores, en general, coinciden en señalar que “es posible que el oficialismo gane por estrecho margen, entre un 4 y un 5%”.
En verdad, no se atreven a proyectar mucho más porque la sociedad, en esta oportunidad, no disimula su agotamiento –su bronca- con las actividades políticas y con las dirigencias. Líderes y lideresas son duramente cuestionados. Mientras, candidatas, candidatos y funcionarios en el más alto nivel solo emiten discursos sorprendentes y, en no pocos casos, vacíos de contenido. Horas atrás, el presidente Alberto Fernández, en un acto de campaña, de cara al futuro y a su propio porvenir, emitió un claro juramento: “No voy a traicionar a Cristina, ni a Máximo (Kirchner), ni a (Sergio) Massa, no voy a traicionar al pueblo que me votó”. Con total claridad conceptual y discursiva, el jefe de Estado puntualizó cuáles son sus prioridades. El pueblo está en el último lugar.
La enumeración, casi evita los comentarios. Incluso el precedente de este corresponsal. Por su parte, la primera candidata oficialista a diputada nacional en la estratégica provincia de Buenos Aires, Victoria Tolosa Paz, también fue contundente en el diálogo público y masivo con la ciudadanía: “Nosotros vinimos para hacer posible la felicidad de un pueblo y la grandeza de una patria, y no hay felicidad de un pueblo sin garchar. Perdón, nosotros somos así. Lo que digo, es parte importante de la vida, el baile, el disfrute, el goce, no lo vamos a ocultar. Somos seres humanos, nos gusta gozar, nos gusta divertirnos. En el peronismo, siempre se garchó”.
Los y las que todo lo explican, argumentaron que con esa dialéctica Tolosa Paz procuró interpelar a la juventud para que la acompañe con su voto. La candidata no parece recordar que, entre las principales preocupaciones sociales, se encuentran la inflación, el desempleo, la inseguridad. El sexo no aparece en esos listados aunque, tal vez, sea porque los y las recolectoras de datos de campo de las consultoras de opinión, no preguntan por ese tema. Alguna vez, en una de sus obras, Eric Hobsbawm, tal vez, el más grande historiador del siglo pasado, recordó que en Nápoles, Italia, popularmente se suele afirmar que “la cama es la ópera del pobre”.
El oficialista Frente de Todos (FDT) no llega al compromiso electoral en las mejores condiciones. De la realidad emerge una economía que desde muchos años da resultados negativos y que se ha complicado mucho más como consecuencia de la pandemia de SARS-CoV-2 que afecta a la Aldea Global. Las oposiciones, tampoco llegan bien. Parecería que solo ajustan sus discursos para posicionarse de cara a las elecciones presidenciales que disputarán en el 2023.
En ese contexto, el debate interno que emerge al exterior de cada núcleo ideológico, podría ser interpretado como un movimiento táctico con el que se apunta a cambiar la realidad dentro de no menos de unos 30 meses. Inconducente. Al gobierno le preocupan los resultados electorales provinciales que se produjeron en los últimos meses. Los comicios en Córdoba, Mendoza, Santa Fe, Ciudad de Buenos Ares, Corrientes y Jujuy, por mencionar solo algunas provincias, son lugares en los que el FDT perdió mal. Los oficialismos provinciales se consolidaron pero también avanzaron las oposiciones.
De repetirse tales resultados, cuando se concreten las elecciones nacionales, el tercio de bancas que se renovarán en el Senado, podría ser un problema para el oficialismo nacional que perdería posiciones en el ámbito donde ejerce la titularidad la vicepresidenta Cristina Fernández. Será interesante observar el escenario de la política argentina sobre el mediodía del lunes próximo cuando se conozcan los resultados electorales de las primarias. Ganar por poco -4 o 5%- al oficialismo gubernamental, aunque sea un triunfo, no será para festejar. La composición de la Cámara de Diputados sería muy diferente de la que tiene hoy. Carecerían de quorum propio.
De ser así, desde el martes 14 el gobierno del presidente Alberto Fernández podría registrar cambios. En ese escenario eventual comenzará a dirimirse la elección de medio tiempo que será a todo o nada. El resultado que se conocerá en la noche del domingo 14 de noviembre será el definitivo. El que hará posible o no que Cristina Fernández, la vicepresidenta, la ex presidenta 2007-2015, la jefa política del presidente Fernández, pueda avanzar con su proyecto político o deba resignarse a llegar en las mejores condiciones posibles a diciembre del 2023.
Pero más allá de tal eventualidad, inevitables voceros y voceras oficialistas que piden preservar sus identidades ya no dudan en adelantar que “después de las PASO, muchas cosas en el Poder Ejecutivo cambiarán porque así, no van más”. Los interrogantes se multiplican. ¿Habrá ajuste en el tipo de cambio? ¿Se incrementará el gasto público que en los últimos meses se ajustó marcadamente? ¿Cómo evolucionarán los precios? Habrá que esperar. Pero, un interrogante mayor sobrevuela en el firmamento de quienes analizan el día a día argentino: ¿Aceptará sin resistencia Alberto Fernández que se avance sobre sus potestades?