- Por el Dr. Miguel Ángel Velázquez
- Dr. Mime
Durante décadas, los neurocientíficos se han preguntado si existe una explicación biológica para que unos acordes nos agraden más que otros o si, por el contrario, se trata de una cuestión cultural como defienden algunos compositores. Un estudio del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y de la Universidad de Brandeis –ambos en Estados Unidos– publicado en la revista Nature se inclina por esta segunda hipótesis: sugiere que nuestras preferencias acústicas dependen más de la exposición a un determinado estilo musical que de un rasgo inherente al sistema auditivo. Es posible que las clases de sonidos para las que podemos adquirir de forma sencilla respuestas estéticas están restringidas por lo que es fácilmente discriminable, y eso está determinado hasta cierto punto por la biología. Aunque hay razones para hablar de una habilidad innata para distinguir los acordes que nos parecen más agradables del resto porque hay entre ellos diferencias de armonía, los datos de este estudio sugieren que la respuesta estética que se asocia con una clase de sonidos se adquiere mediante la exposición a una cultura.
Ya los músicos de la Antigua Grecia observaron que las notas que componen los acordes consonantes –los que nos parecen agradables– guardan una relación de números enteros en lo que a la frecuencia de sus ondas sonoras se refiere; por ejemplo, entre do y sol –que juntas forman la llamada “quinta perfecta”– la relación es de 3:2. Es posible que los griegos comenzaran a hacer música usando combinaciones de notas que formaran cocientes de números enteros porque creían en teorías estéticas que echaban sus raíces en ese tipo de proporciones, y así seguimos hasta ahora. En efecto, la música occidental se basa en gran parte en armonías que se construyen siguiendo estos principios, que se han difundido a lo largo de todo el mundo. Mediante estudios en diferentes poblaciones culturales se encontraron que las preferencias sobre la consonancia o la disonancia dependen de la exposición a la cultura musical occidental y que esa preferencia no es innata. Esto en cuanto a la armonía, respecto a la melodía, les cuento en el siguiente párrafo.
Sí, pero, ¿por qué estos sonidos nos producen emociones? ¿Por qué no otros? ¿Qué es lo que distingue la música de, por ejemplo, el ruido del tráfico, y qué efecto tiene en nuestro cerebro? La música es algo común a toda la humanidad y además nos define como especie. Es cierto que la música clásica reduce la ansiedad en los perros, mientras que el heavy metal les hace ladrar más. A los gatos les da igual la música que pongas. Pero esto tiene que ver más con el ritmo y el tono. En realidad nosotros tenemos una capacidad que los perros y gatos no tienen: la llamada tonalidad relativa. Los humanos no solo oímos los tonos separados, sino que también percibimos las diferencias entre las frecuencias de las notas de una canción. Son estas relaciones entre las notas las que nos permiten recordar e identificar una melodía, algo que ningún otro animal puede hacer. Los pájaros pueden reconocer una secuencia de tonos, pero si cambiamos la tonalidad de toda la canción para hacerla más aguda o más grave, ya no pueden. En otras palabras, algunos animales pueden distinguir melodías, pero solo nosotros, los humanos, podemos percibir la armonía, la estructura de la canción. Hemos evolucionado para aprender a distinguir patrones, series que se repiten, y hacer predicciones. Cuando acertamos con las predicciones nuestro cerebro recibe una placentera descarga de dopamina. Toda la música son series y patrones que aprendemos a reconocer. Tenemos las proporciones entre las notas tan metidas en el cerebro que somos capaces de adivinar cuál es la nota siguiente.
Pero esto no termina aquí: los humanos también somos curiosos y nos gustan las sorpresas. Por eso, cuando una melodía o una armonía se sale de lo que esperamos, nuestro cerebro también recibe una recompensa. Esto ha permitido a una inteligencia artificial desvelar cuál es el secreto de que una canción sea pegadiza. El programa es capaz de componer un éxito pop instantáneamente. Hay muchas hipótesis sobre el origen de la música en los humanos, entre ellas, que en un momento fue parte del lenguaje, y que nos permitió expresar emociones. Por eso tenemos gargantas que nos permiten cantar. Por eso nos gusta la música. Por eso nos tiene DE LA CABEZA. Hasta el sábado que viene.