- Por Juan Carlos Zárate
- MBA
- jzaratelazaro@gmail.com
Nadie es irreemplazable ni imprescindible en ninguno de los ámbitos de nuestra vida. Dentro de cualquier organización casi todos tenemos entre nuestros objetivos crecer personal y profesionalmente.
La palabra “proactividad” se constituye en uno de los mejores coadyuvantes que movimenta al ser humano, en tanto aquellos que tienden a ser meramente reactivos el statu quo casi siempre forma parte de su día a día esperando poder ser dirigidos y que se les diga lo que tienen que hacer.
Personas de estas características no deberían “plaguearse” si ven otros colegas que son promocionados y ellos siguen “en la dulce espera”. Vivimos dentro de un mundo globalizado y muy competitivo en todos los ámbitos.
Debemos mantener los ojos abiertos que nos permitan aprovechar a full las oportunidades, no desperdiciando inútilmente los talentos que cada uno tenemos muchas veces “dormido” y que precisan los despertemos de su letargo. Las oportunidades que se nos puedan presentar no se dan todos los días.
Una persona que se considere buen profesional, que estudió y se perfeccionó para ser útil y aportar valor agregado en su vida, estoy seguro que tendrá en mente seguir creciendo e ir escalando posiciones a nivel laboral y profesional, manteniendo la ductilidad necesaria que hoy día nos exigen las empresas de este siglo pues las rigideces del siglo XX ya es “historia antigua “y muy difícilmente ya podamos poner la palanca de cambio en marcha atrás.
Cuantas veces nos damos cuenta de que estamos cumpliendo con los requisitos primarios para que nos puedan catalogar como un buen profesional, pero nos supera en nuestro otro yo, el conservadurismo y conformismo, aun a sabiendas de que podremos estar recibiendo mejores niveles de salario si nos disponemos salir de nuestra zona de confort.
Muchos de nosotros nos hemos roto “el lomo” estudiando durante 18 o más años para que podamos ser bien recompensados económicamente en las disciplinas profesionales que hemos elegido en la universidad. El conformismo no es buen aliado de nadie, a menos que hayamos tomado la decisión de tener una fuente de trabajo, recibir un nivel de salario relativamente razonable y que nos mantenga “con vida” y poder cubrir nuestras necesidades básicas. Pero eso es mero conformismo y hace que la vida al final tenga un sabor “agridulce” y denota ya un conformismo muy prematuro.
Si tenemos clarificado nuestro objetivo, de seguir creciendo aportando toda nuestra inteligencia y experiencia profesional no deberíamos sentirnos culpable o nostálgicos si en algún momento tengamos que abandonar a nuestro equipo de trabajo y recalar profesionalmente en otra empresa que nos ofrece mejores perspectivas pues a la postre ese debería ser el objetivo y meta personal de cada uno.
Las personas decididas que confían en su propia capacidad y son conscientes que todavía no han llegado a “su techo” y cambiando “de aire” podrían lograr los objetivos que aún no los alcanzaron, ¡pues es momento de preparar nuestras mochilas y adelante!
No se trata de tirarnos alegremente a “una piscina sin agua”, sin antes haber auto reflexionado y conversado consigo mismo, sopesando todas las alternativas y beneficios que nos podrían deparar una nueva posición laboral dentro del mercado.
Los jóvenes millenials y de la generación Z no muestran ningún apego ni fanatismo pues lo que desean es poder conocer varios ambientes de trabajo en el menor lapso de tiempo, aportando su esfuerzo y conocimientos en aquellas empresas que sean lo suficientemente flexibles y que les dan posibilidad de hacer sugerencias y recomendaciones, trabajar en equipo y tener acceso a compensaciones no monetarias (cursos, seminarios, congresos etcétera) que les generen solidez personal y profesional.
Debemos ser innovativos, creativos y reinventarnos permanentemente, para que podamos seguir creciendo económica y profesionalmente.