La palabra de Dios en este domingo nos invita a descubrir la plena satisfacción para nuestras vidas en el encuentro con Cristo. Si venimos a Él no tendremos hambre y si creemos en Él se terminará nuestra sed.

Qué lindo sería que esto pudiera suceder en la vida de todos los cristianos: ser personas satisfechas, realizadas, plenas… Sin embargo, existen muchos de los que hasta frecuentan la iglesia, pero que no se sienten satisfechos. Están en la expectativa de un encuentro más profundo o de una realización más plena. Al estar insatisfechos son víctimas fáciles de los tentadores que prometen felicidad, milagros, bendiciones abundantes, si abandonan la iglesia católica para congregarse en las carpas.

La pregunta que siempre me hago es: ¿Por qué estos hermanos están insatisfechos con nuestro encuentro con Cristo? Si estoy convencido que la eucaristía es lo máximo de la comunión con Dios que podemos lograr en este mundo.

Creo que existen dos factores que pueden contribuir a esta insatisfacción.

En primer lugar, o modo como muchas eucarísticas son celebradas. Sacerdotes desanimados, sin ninguna vibración que consiguen desfigurar la celebración. A veces con una comunicación muy débil que no llega a tocar a las personas, que no hace al pueblo de Dios vivir intensamente el misterio de encuentro con este Señor que dio su vida por nosotros.

La otra posibilidad es que las personas que van a la iglesia, lo hacen en modo muy deficitario. Están allí solo de cuerpo presente. Participan distraídamente, no cantan, no responden, o están pensando en otras cosas, no se esfuerzan en vivir los ritos, para que su voz coincida con sus sentimientos. Ciertamente quien va a la misa y se queda jugando con el celular o distraído con otras cosas, saldrá de allí insatisfecho del encuentro con el Señor.

Yo estoy convencido que una misa bien vivida, bien participada, con un sacerdote que nos ayuda a vivir este encuentro, es aquella experiencia que nos lleva a una satisfacción tan profunda que rechazaríamos cualquier otra propuesta.

El Señor te bendiga y te guarde.

El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.

El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la paz.

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