EL PODER DE LA CONCIENCIA

Hace doce días, el 19 de julio, se cumplió el segundo aniversario de la muerte de Rutgerus Oelsen Hauer. Para el 99,9% de los paraguayos es un total desconocido, aunque si lo llamáramos Rutger Hauer –como lo nombraron en Hollywood– tal vez unos pocos lo recuerden.

Lo extraordinario del señor Hauer es que a diferencia de los demás, en realidad él tuvo dos muertes, una como replicante en 1982 y otra como un ser humano en el 2019, a los 75 años.

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El mundo se enteró de la segunda y definitiva varios días después de que lo enterraran, luego de que su agente anunciara que el actor había muerto en su casa de Países Bajos a causa de una corta enfermedad. Ni siquiera mencionaron la enfermedad, no hubo morbo, y sus fans honraron su partida con respeto: Vivió, murió, se fue el hombre. La tierra del olvido cubrió su tumba.

Pero su primera muerte se destaca y sube a la fama cuando al interpretar al replicante Roy Batty, en la película “Blade runner” (1982), Rutger acorta el guión y plasma un monólogo de despedida que se convirtió en un verdadero legado del séptimo arte para toda la humanidad.

Para comprender la fuerza de su mensaje es necesario contextualizar el argumento del filme.

La película básicamente trata de 6 replicantes que escapan y llegan a la Tierra en busca de la corporación Tyrell, que los creó. Estos modelos solo deben vivir 4 años, porque de lo contrario podrían desarrollar una inmunidad para poder ser reconocidos como androides, lo que representaría un peligro, ya que a pesar de ser formas humanas perfectas de vida sintética pueden sangrar, dormir y comer, pero con más fuerza, agilidad y resistencia que las personas.

Roy Batty (Rutger Hauer) y sus 5 compañeros son cazados por Rick Deckard (Harrison Ford) y la escena final se desarrolla en un tejado, bajo la lluvia, donde momentos antes Roy salva la vida de su cazador. Pero ya es tarde para el androide porque sus 4 años de vida están acabando.

Antes de expirar, mira a Rick y le dice: “He visto cosas que ustedes nunca hubieran podido imaginar. Naves de combate en llamas en el hombro de Orión. He visto relámpagos resplandeciendo en la oscuridad cerca de la entrada de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, igual que lágrimas en la lluvia. Llegó la hora de morir”.

Ante la mirada atónita del cazador, el ser artificial, que quería seguir viviendo, muere liberando una paloma que tenía entre las manos. La paloma se eleva como un alma hacia el cielo, mientras la lluvia traza caminos por las mejillas del cadáver del replicante.

Este cuadro nos invita a reflexionar sobre el ineludible final que a cada uno de nosotros nos espera, a pensar en las maravillas del universo de las cuales fuimos/somos testigos... y en cuán viles podemos llegar a ser. También, en que llegará un momento en que lluvia y lágrimas se confundirán en nuestra existencia.

Ninguna de nuestras acciones serán eternas por más grandes que creamos que puedan llegar a ser y el fin nos alcanzará a los 4 años como a Roy o a los 75 como a Rutger y el olvido también cubrirá nuestra tumba.

Paradójicamente, el replicante Roy, un fuerte soldado que participó de las más cruentas guerras en las galaxias salvó la vida de su asesino antes de morir y Rutger, quien actuó en más de 140 películas, será olvidado como actor, escritor y hasta como un activista medioambiental. ¡Luchaba porque todos tengamos un mejor lugar donde vivir!

Cuando hojeo los diarios o leo las informaciones me pregunto si los parlamentarios alguna vez se cuestionarán si habrá valido la pena haber robado tanto. Todos van a terminar de la misma manera, con tierra encima. O, por ejemplo, viendo la explosión que cegó la vida de tres jóvenes militares, me pregunto si los asesinos comprenden cuán terrible fue su acción. Los magistrados, ¿comprenden que ellos son también secuestradores al tener a miles de personas privadas de su libertad sin una condena? ¿O cuando roban años y años de una persona al dejar para mañana una simple firma, que podría cambiar para siempre al que la espera?

Robar se ha vuelto tan común que hoy es igual apropiarse de la vida, del dinero o del tiempo ajenos.

Vivir sin saber la fecha del final nos confunde, nos hace creer que no tenemos final y que podemos hacer cualquier cosa. Tal vez deberíamos recordar al replicante Roy, un ser poderoso que se negaba a que con él muriesen todas las maravillas que otros no habían podido ver.

Me pregunto, ¿se perderían maravillas si para nosotros lloviera mañana o con nuestra lágrima reconoceríamos que fallamos como humanos?

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