- Por Jorge Torres Romero
- Columnista
Mario Abdo Benítez no gobierna sobre una hoja de ruta o una agenda país. Gobierna motivado por sus emociones, sus rabias, frustraciones, caprichos y odios, propios de una personalidad indefinida y una carencia absoluta de liderazgo y pensamiento lógico.
Furioso por el resultado de las internas municipales últimas del domingo 20 de junio, como una forma de desahogo operó con sus senadores aliados para que Óscar “Cachito” Salomón logre el rekutu en el Senado, sin importarle las consecuencias y traicionar a quienes todavía pueden sostenerlo en el poder. Optó por “Cachito” por su pichadura y no basado en una agenda de gobernabilidad con el Congreso en beneficio del país. Prueba de ello, minutos después de concluir su irreal informe de gestión del jueves pasado, su “aliado” Salomón no escatimó adjetivos para hablar del fracaso del sistema sanitario o el fiasco en materia educativa.
A quienes Abdo lanzó el guiño para que se instalen en la mesa directiva del Congreso, a los del Frente Guasu, el viernes último ya sacaron un comunicado en el que de vuelta piden juicio político para el mandatario. Claro, ni Salomón ni el partido de izquierda pidieron acordar con Marito, este acordó con ellos por capricho, sin un plan, y ahora le refriegan en la cara el resultado de su infantil razonamiento.
Los partidos de oposición no dudarán un segundo en sacarlo del poder y vaya que existen razones para hacerlo. Los opositores construyen capital político basado en el fracaso de un gobierno colorado. Es por ello que a los aliados genuinos y naturales del poder, los colorados, no les conviene una salida traumática vía juicio político. Primero por las consecuencias electorales futuras, y segundo porque la inestabilidad política es tierra fértil para proyectos antidemocráticos y populistas (Argentina-Venezuela) y eso no le conviene al Paraguay.
Con un gobernante impredecible, de conducta zigzagueante y dubitativa, se hace difícil proyectar el futuro y mucho menos pactar acuerdos, porque un día amanece pichado, olvida su compromiso y es capaz de traicionar a quien sea, por su carencia de valores y principios éticos, propios de los hijos de la dictadura: tercos y caprichosos.
Otro ejemplo de cómo el enojo y las pichaduras del Presidente le juegan una mala pasada a las instituciones democráticas es lo que sucedió con la visita a nuestro país de la señora Victoria Nuland, viceministra de Estado de Asuntos Políticos de los Estados Unidos. La alta funcionaria se reunió exclusivamente, como lo viene haciendo en los países de la región que visita, con algunos referentes del gabinete del Ejecutivo, sin incluir a ningún representante de otro poder del Estado.
Abdo, molesto con la Fiscalía General del Estado, porque esta institución le dio curso a una demanda presentada por la abogada Gilda de Fátima Burgstaller contra el Estado por el manejo de la pandemia y molesto también por la acusación planteada contra su amigo, el senador Rodolfo Friedmann, usó al canciller Euclides Acevedo para que instale la duda del porqué no invitaron a la fiscala general, Sandra Quiñónez a la reunión con Nuland, haciendo suponer un malestar del país del norte contra la titular del Ministerio Público. Sin embargo, en mayo y junio pasado, los recientemente nombrados en materia de agregaduría de justicia de la región y de la DEA, apenas asumió Biden, primero se reunieron con Quiñónez, dejando en evidencia la mala intención de Abdo y sus aliados.
En síntesis, Abdo es un impredecible y peligroso gobernante. Mientras el Presidente juega a satisfacer sus emociones, sus ministros y secretarios se cortan solos. Ahí está Arnoldo Wiens, a punto de direccionar nuevamente una megalicitación de US$ 100 millones para la construcción del puente Carmelo Peralta-Puerto Murtinho. ¿Hasta cuándo seguiremos así? Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.