Ante tanta multitud, la significación individual marca su firmeza existencial cuando asume que desde su espacio vivencial lo suyo es relevante como testimonio destinado a homenajear el paso por la vida. Esta aceptación, de lo valioso de su ser, es la que determina la apertura de la cosmovisión que yace en su interior y que está convocada a darse hacia todo lo que la rodea. Es la fundadora de las razones que con el devenir del tiempo irán encauzando los motivos que darán a luz las obras que deberán ser realizadas.

En el homenaje existencial la finitud aceptada, asumida, llamada, direccionada y realizada se desliza permanentemente hacia los caminos que permitan el acceso al logro de tal fin. Entonces se rinde homenaje a cada segundo, es que desde la plena conciencia de estar vivo comienza a maravillarse el sistema perceptivo que le da importancia a lo que se está presenciando. La pluralidad de fuentes sensoriales está preparada para disfrutar la impronta propuesta para esos segundos pasajeros que acontecen en el transcurso de la vida. En ese lapso, con cronómetro limitado terrenalmente, las posibilidades de homenajear el tiempo de vivir son infinitas, lo que habilita el panorama hacia las formas que cada cual quiere darle homenajes.

Las flores abundan, están en todos los continentes, sus aromas son especiales, únicos, profundos, exquisitos; sus colores brillan y lucen su siembra alimentada, han crecido para ponerle un toque de hermosura a lo que está a su lado. Ellas homenajean a quienes las ven. Sí, quien se detiene a observar su natural pintura puede sentirse homenajeado. Aunque se produce una devolución de consideración y se retroalimenta la estima sentida. Con sus particularidades, ambos se están homenajeando. Es el instante donde se nutre la intensidad de los vínculos, es ese roce de esencias que se encuentran durante su estadía en este mundo.

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En cada ser vivo hay constantes manifestaciones que reflejan su vocación de vitorear la vida. Siempre existirá una causa que impulse su entusiasmo, más allá de los avatares y de las situaciones complejas que enseñan a recuperarse y levantarse. En todos los momentos está latente la posibilidad de enaltecer el acontecimiento presente del vivir. Son las garras del afecto las que se afirman como un bebé al pecho de su madre. Es el ser humano la máxima expresión de superación, en sus fortalezas se cultivan sus sueños de laurear el acontecimiento de vivir.

Cuando hay homenajes, hay esfuerzos realizados. Se han inhalado sacrificios, han fluido emociones constructivas, se ha aprendido a valorar, se está dispuesto a escuchar y a realizar aquello que ayude a seguir avanzando, dado que el acto de convivir respetuosamente se constituye en un notable ejemplo de honrar a la sociedad.

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