- Por Jorge Torres Romero
Desde 1993, para la elección de la mesa de directiva del Senado se hacen los famosos acuerdos coyunturales entre los representantes de diferentes partidos políticos, pero siempre basados en agendas comunes afines a los principios y proyectos de cada sector. Estos acuerdos van desde trueques para designaciones en cargos de relevancia, o acompañamientos a proyectos de coincidencia, etc.
¿Por qué esta conformación de mesa directiva fue tan polémica? Porque no se trata de una renovación más como se hace cada año donde incluso la titularidad de la presidencia del Congreso podría hasta pasar desapercibida, como ha sucedido en varios otros periodos.
Este periodo es clave porque el fantasma del juicio político todavía sigue rondando. Este gobierno no tiene controlado el problema sanitario porque las vacunas para inmunizar al grueso de la población no están llegando en la cantidad necesaria. El presidente del Congreso está en la línea directa de sucesión y más aún después del 15 de agosto, cuando este gobierno cumpla tres años y ya no podrá haber elecciones nuevas, hasta el 2023.
Esta mesa directiva debe definir, además, una vacancia en la Corte Suprema de Justicia (Gladys Bareiro de Módica), dos vacancias en el Tribunal Superior de Justicia Electoral (Alberto Ramírez Zambonini y María Elena Wapenka), la Contraloría General de la República (Camilo Benítez) y la Defensoría del Pueblo (Miguel Godoy). Todas estas nuevas designaciones pasan por el Congreso en este periodo.
Los colorados son 17 en el Senado, los no colorados 28. Cae de maduro que con esa holgada mayoría, un opositor debería presidir el Congreso. Pero no, porque existen disparidad de criterios y posicionamientos políticos. La intención de la mayoría de los colorados era ponerlo a Juan Carlos Galaverna (ANR), esto no prendió entre los opositores quienes lanzaron candidaturas como las de Fernando Lugo (Frente Guasu), Víctor Ríos (PLRA), Blas Llano, Blas Lanzoni y otros. Las elecciones internas últimas cambiaron posiciones y aumentaron el malhumor y pichaduras de otros que salieron derrotados en las elecciones como, por ejemplo, el presidente Mario Abdo Benítez, quien respetando la autonomía de poderes, nunca debió inmiscuirse abiertamente en esta elección, pero lo hizo a cara descubierta.
Abdo, según confiesa el senador Silvio Ovelar (ANR), lo llamó a pedir que vote por Óscar “Cachito” Salomón (ANR). Es decir, el Presidente operó en favor de la elección de “Cachito”. La senadora Lilian Samaniego (ANR), quien mocionó a “Cachito”, vaya uno a saber a cambio de qué, dijo que lograron poner a un colorado en la presidencia del Congreso. Y acá el punto clave, Salomón tiene una afinidad abierta con los sectores de izquierda, que no hay problema que los tenga, pero con posturas diametralmente opuestas a la conducción y principios de su partido. “Cachito” coquetea con proyectos que pretenden aniquilar la propiedad privada, como el presentado y retirado por Pedro Santacruz (PDP), y las intenciones de aumentar nuevos impuestos a sectores productivos como lo asumió Sixto Pereira (Frente Guasu) en medio de esta crisis económica y cuando poco o nada se ha hecho para mejorar la calidad del gasto público.
El reclamo del movimiento Honor Colorado no es porque se haya pactado con referentes de la izquierda, como de hecho este movimiento también lo hizo cuando se trató la enmienda, pero ese fue un pacto para que cada uno corra por su lado, en unas elecciones democráticas, no sobre una agenda común, contraria a los intereses del partido de gobierno. Ese discurso, que revela la estrechez del análisis político, de que quienes se escandalizan hoy por el pacto de “Cachito” con la izquierda, pactaron para la enmienda, carece de lógica. Son dos cosas diferentes, la semana pasada se pactó sobre una agenda que no condice con la agenda de la ANR y tampoco con la de sectores productivos y democráticos, porque representa una amenaza a las garantías constitucionales, principalmente relacionadas a la propiedad privada.
El senador Eusebio Ramón Ayala (PLRA) era una opción válida que tenía la oposición, pero optaron por elegir a un colorado. Lo eligieron a “Cachito” porque es el muñeco manejable para los intereses de la izquierda. Y ahí está el peligro para quienes ven como una amenaza a sectores que promueven las invasiones de tierras y planteen el boicot permanente a los generadores de riquezas y fuentes de trabajo en Paraguay. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.