- Por Juan Carlos Zárate
- MBA
- jzaratelazaro@gmail.com
Las instituciones financieras deberán contar con un equipo de funcionarios que tengan la capacidad y experiencia necesaria de análisis crítico de las principales áreas de riesgos de sus clientes, adoptando una actitud proactiva en la detección oportuna de potenciales problemas que puedan suscitarse en los créditos desembolsados, basados en los parámetros establecidos en su proceso crediticio institucional y en la Resolución 1/07 del BCP vigente a la fecha, que engloba en su contenido las clasificaciones adversas y porcentajes de previsiones de las deudas de los clientes que operan tanto dentro de la banca corporativa como de consumo y que van del 2 al 6.
El negocio primario de las entidades financieras no deben circunscribirse casi exclusivamente al otorgamiento de créditos de corto plazo, destinados a financiar necesidades de capital de trabajo, sino también estar enfocadas a financiaciones de mediano y largo plazo y que incorporen además a las pymes que precisan nuestras empresas para poder llevar adelante los planes de crecimiento/expansión de sus actividades, evitándose así caer en el error de tomar un préstamo de corto plazo, cuando que en el fondo el propósito real ha sido financiar inversiones en activo fijo, o de capital estructural pues es sabido que la fuente primaria de repago de estos últimos provienen primariamente de las utilidades y no del producido de sus facturaciones, obligándolos muchas veces a refinanciaciones o reestructuraciones de los préstamos concedidos para evitar desmejorar las clasificaciones de sus activos de riesgos, consecuencia de un préstamo mal estructurado.
Nuestro país necesita seguir expandiendo y fortaleciendo su economía cualitativa y cuantitativamente al igual que las empresas, no solamente para atender la demanda del mercado interno, sino también apuntando a un mayor crecimiento hacia afuera, lo cual podrá seguir dándose en la magnitud deseada si las instituciones financieras locales apuestan con confianza, en las empresas y en la capacidad profesional y carácter de los que tienen a su cargo la responsabilidad de dirigirlos.
Es muy difícil decir que para cualquier banco o financiera no exista riesgo crediticio pues ello se da en la práctica hasta en países de primer mundo con niveles tecnológicos, humanos y desarrollo macro y microeconómico superiores al nuestro.
Riesgo cero en la práctica no existe pero se los pueden reducir a través de un buen análisis y evaluación crediticia previa. Lo importante es que las mismas, a través de sus mecanismos de evaluación y seguimiento, adopten una actitud proactiva y no reactiva cuando el problema ya lo tengamos encima.
Es así que para la detección oportuna de señales que muestren debilidades de crédito de una determinada relación (persona jurídica y/o física) es recomendable que tengan en cuenta los siguientes aspectos no solo en teoría, sino aplicándolo efectivamente, las que correctamente manejados podrán tornar los riesgos crediticios en muchas situaciones a niveles no superiores a los normales. A) Factores gerenciales, b) factores financieros, c) factores industriales, d) factores de negocios y e) “mucho sentido del olfato”.
La gestión exitosa del manejo de los créditos problemáticos dependen de su pronto reconocimiento y que muchas veces no se dan porque algunas entidades descuidan o no los priorizan al nivel necesario la observancia de los criterios básicos que lo engloban u otorgando préstamos sin un propósito claro y definido y sin una evaluación técnica previa de las formas/capacidad de repago del cliente que constituyen la esencia de los mismos, pues las garantías son accesorias salvo que sean líquidas en un 100% como depósitos de ahorros en ML y/o ME, por ejemplo. Tengamos en cuenta que no hay tasa de interés que pueda compensar razonablemente un crédito incorrectamente otorgado.