DESDE MI MUNDO

  • Por Carlos Mariano Nin
  • Comentario

No lo niego, tenía miedo, como seguro lo tienen millones de personas en todo el mundo. Esperé tanto llegar al rango de edad que de pronto me sentí confundido. Las vacunas contra el coronavirus mortal vinieron demasiado rápido. Pero todo en sí fue rápido.

Dicen que la urgencia, la tecnología y la ciencia fueron el cóctel que lo agilizó todo. Hoy, con más pros que contras las vacunas están salvando vidas. Para quienes contamos los números, un poco tarde; pero para quienes esperaban, fue un bálsamo en un infierno ardiendo por todos lados.

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Entonces recordé un dato alentador, “las vacunas salvan entre 2 y 3 millones de vidas cada año”. Pero acompañame. Vamos a hacer historia juntos.

La viruela fue una de las enfermedades más temidas del mundo y se calcula que, solo en el siglo XX, provocó unas 500 millones de muertes.

En 1796, el médico inglés Edward Jenner descubrió una forma de proteger a las personas de la viruela y esto llevó al desarrollo de la primera vacuna.

Después de al menos 3.000 años en los que esta infección estuvo presente en el mundo, la viruela fue oficialmente declarada erradicada por la Organización Mundial de la Salud en 1980.

Eso se logró gracias a la vacuna.

Pero volvamos al coronavirus. Hoy, 40 años después de la erradicación de la viruela, el mundo está azotado por otra terrible enfermedad: covid-19.

Si bien no hay muchas dosis, las que hay nos llenan de esperanza. Yo lo sentí hoy y te lo quiero contar.

Cuando iba llegando mi turno vi a un joven que vio pasar unas 90 primaveras. Apacible, sentado, curtido de arrugas pero con una enorme sonrisa esperando su vacuna, sacándose con dificultad una gruesa campera, pero con una mirada que me inspiró confianza.

Y entonces pensé en mil cosas.

Pensé en los que se fueron sin poder despedirse. Pensé en las sillas vacías en los almuerzos del Día del Padre. En las familias devastadas y castigadas sin piedad por un virus tan traicionero como mortal y, sin embargo, ese joven curtido de tiempo me traía de nuevo a la realidad.

Y la realidad fue más linda.

La realidad de tener la oportunidad de cuidar a los que amamos, la oportunidad de volver a abrazarnos sin miedo y compartir la vida mirándonos seguros hacía adelante. Entonces, mi casual amigo se fue caminando ayudado por un bastón.

En la radio sonaba, “Color esperanza”:

Saber que se puede

Querer que se pueda

Quitarse los miedos

Sacarlos afuera

Pintarse la cara

Color esperanza

Tentar al futuro

Con el corazón...

Entonces, como dice mi querido amigo Iván… lo entendí todo. Pero claro, esa es otra historia.

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