Hasta hace algunos años, las entidades financieras realizaban la evaluación de riesgos crediticios dándoles “un mayor peso” a los factores cuantitativos objeto de análisis, centrando con mayor énfasis su evaluación crediticia en la calidad de las cifras de los estados contables del cliente, pero en contrapartida no les daban la misma fuerza de análisis y calificación a los aspectos cualitativos que tiene similar o igual importancia que los mencionados precedentemente, pues técnicamente lo recomendable es que se den entre ambos un razonable punto de inflexión.

De qué podría servir en la práctica que una empresa presente bonitas cifras dentro de su balance de situación y cuadro de resultados, generación neta, ratios que se adecuan a los parámetros normales en función al segmento de negocios explotado cumpliendo con lo exigido por nuestra Banca Matriz, si en contrapartida los pasan por alto o minimizan lo cualitativo que conforma su estructura organizacional, tornando, en muchos casos, los riesgos de créditos superiores a lo normal, pues el expertise, capacidad e idoneidad de los que conforman la plana gerencial “tienen un importante peso” en el momento de la verdad.

Idéntica situación ocurre cuando las calificadoras de riesgos realizan la evaluación de riesgo-país o de cualquier tipo de empresa que operan dentro de segmentos de negocios varios en nuestro mercado doméstico. Estas empresas especializadas para poder asignar la calificación de solvencia y tendencia, toman en cuenta los aspectos cualitativos y cuantitativos, pues en forma aislada, difícilmente puedan tener el peso y la consistencia técnica necesaria para poder asignar una calificación de riesgo con verdadero tecnicismo y profesionalismo.

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Las entidades que manejan los conceptos de prudencia crediticia en forma correcta, realizan sus desembolsos de créditos, basados primariamente en una buena generación de fondos (primera salida) y colateralmente se buscarán otros tipos de respaldos en caso que el mismo no satisfaga los parámetros de la institución. (Ej.: Garantías hipotecarias, prendarías, warrants, cash colateral, etcétera).

No se debería dejar de considerar dentro de sus análisis de riesgos los siguientes aspectos:

¿Qué comercializa la empresa?

-No se los debe circunscribir solo al ámbito de la propia organización, sino en relación a su entorno competitivo que nos permita comprender si el producto en sí sigue teniendo interés en el mercado o si ha dejado de ser consumido, lo cual podría tornarse para la compañía en un problema relevante que precisaría de una actuación proactiva de parte de sus directivos...

-Una entidad financiera, como parte de su esquema corporativo de análisis crediticio, debe conocer el nivel de estacionalidad de la comercialización de sus principales productos haciendo que los vencimientos de las facilidades puedan “calzar” con los mismos.

¿Cuánto comercializa?

-Nos permite obtener la cifra global anual de sus facturaciones definiendo paralelamente el nivel de ventas estacionales en caso que la característica de explotación de la cía. sea cíclica, como el de las agroexportadoras.

-Averiguar, a través de su departamento de análisis y evaluación crediticia o de sus mismos oficiales de negocios, el mercado objetivo al que se dirige el producto o servicio que comercializa la empresa.

Todo esto, e incluso mucho más, forman parte de los principales aspectos cualitativos de una empresa, y que bien aplicado les podría permitir una buena gestión económica-financiera-patrimonial, en uno de los momentos más críticos para nuestra economía en el último siglo, no solo a nivel doméstico, sino regional y mundial, haciendo que cientos de empresas de diverso porte y ramos de negocios se vieran obligadas a dejar de operar, pues sus ventas ya no les permitían tan siquiera cubrir sus gastos fijos mensuales, dejando “en la calle” a miles de empleados, ya que si no hay ventas, tampoco hay ingresos para pagar los sueldos. Así de simple.

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