En la tradición hindú las vacas son animales totémicos que tienen connotaciones sagradas, ya que se las considera la fuente primigenia de vida. Por eso, la expresión “vaca sagrada”, más allá de la India, es utilizada también para referirse a algo que es intocable, que debe ser respetado y no movido de su sitio.
El Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya (Cadep), fundado en 1990, era considerado uno de los principales referentes del Paraguay en América Latina, en diversos campos temáticos de las ciencias sociales. Una ONG dedicada especialmente a la investigación y a la docencia en áreas de la economía y de las políticas públicas. Se presenta con carácter independiente, se ufana de trabajar en la producción de conocimientos de excelencia académica, orientados a influir sobre las decisiones políticas.
Toda esa reputación ganada en 30 años lo tiraron por la borda en un informe denominado “Superproducción tabacalera en Paraguay”, en cuya conclusión señalaron de manera errónea una supuesta evasión impositiva del sector de unos US$ 400 millones al año. La supuesta investigación del Cadep fue amplificada por varios medios de comunicación y dejaron expuestos al sector tabacalero como supuestos evasores de impuestos en un momento sensible para el país con falencias en el sector sanitario y con miles de familias enlutadas.
Los miembros del Cadep, acostumbrados a ser las “vacas sagradas” de las investigaciones y los análisis económicos, quedaron en ridículo cuando desde la Subsecretaría de Estado de Tributación (SET) exhibieron los números reales del sector en materia de carga tributaria y producción. Además, revelaron que los “investigadores” solo pidieron informes sobre la cantidad de producción de cigarrillos en Paraguay, afirmando que querían saber si en los últimos años aumentó o no el consumo de tabaco en el país. También obviaron datos clave como, por ejemplo, venta estimada y en qué momento se produce la primera enajenación tributaria.
Desde la Unión Tabacalera del Paraguay (UTP) también salieron a responder al Cadep con los tapones de punta y señalaron que no podían quedarse con los brazos cruzados cuando de manera “irresponsable, tendenciosa y mediocre” el sector era tratado como evasor, cuando en realidad es uno de los que más tributa.
Si las pretensiones de Cadep eran genuinas, transparentes y con intenciones de aportar al profundo análisis de la importancia o no del rubro tabacalero en el país, se hubiesen sincerado. Usaron el prestigio de la ONG para sumarse a una campaña interesada, ideologizada y con intereses políticos que, por cierto, no hay problemas que tengan posiciones asumidas radicales al respecto, pero deben sacarse la careta de independientes y pretender seguir engañando a la ciudadanía.
La deshonestidad intelectual evidenciada por el Cadep perjudica a los buenos investigadores, a los honestos, sinceros y que abiertamente asumen sus posiciones, sin escudarse en falsos informes. La corrupción y la decadencia moral no son exclusividad de un sector político nomás, como pretenden hacernos creer. La reconstrucción moral del Paraguay debe involucrar a todos los sectores, pero con patriotas comprometidos con ideales genuinos, no con farsantes oportunistas disfrazados de intelectuales.
Este episodio sirvió para desmitificar a los considerados “vacas sagradas”, a los autodenominados intocables e impolutos, que durante años se han presentado como la reserva moral e intelectual, cuando en realidad son meros traficantes de sus pensamientos al mejor postor. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.