- Por Eduardo “Pipó” Dios
- columnista
Así se titula un libro de Álvaro Vargas Llosa, Carlos Alberto Montaner y Plinio Apuleyo Mendoza, donde destrozan a la izquierda festiva y el populismo que ya, por esas épocas (veintipico de años atrás) empezaba a pulular, de mano de los Chávez, Kirchner y otros próceres. Son esos “fabricantes de miseria”, que justamente tienen una especie de alergia crónica a todo lo que signifique producción, trabajo, sector privado e inversión; los que hoy siguen elaborando sesudos análisis, donde hablan de más impuestos, más subsidios, en resumen, más castigo al que produce para financiar los Estados gigantes y torpes, devoradores de cada vez más recursos a cambio de nada.
Leía este fin de semana las declaraciones de un referente del kirchnerismo más puro, proveniente del sector denominado “La Campora”, una especie de SS kirchnerista, que en sus ratos libres, entre saqueo y saqueo, se dedican a generar “grandes ideas” (sic), decía este “fabricante” que ya no era momento de seguir con los “planes”, o sea los famosos subsidios para que los pobres sigan siendo pobres, pero que, al menos, no tengan que trabajar, salvo que sea para ir a marchas, actos y piquetes a favor del gobierno y, por supuesto, votar ciegamente por quienes les indique la señora Cristina; y agregaba, como gran novedad, que era hora de implementar medidas para que los, ahora “planeros”, se incorporen a la fuerza laboral, al tan repudiado sector productivo. Si hasta estos badulaques se dan cuenta que se acabó la tinta de imprimir billetes, y la plata no crece en los arboles, es que la mano viene muy jodida.
Acá nuestros intelectuales de cabotaje, representados por los grandes pensadores reunidos en foros a cuenta de nuestros impuestos o de los de algún trabajador europeo como, por ejemplo, el nunca bien ponderado Cadep, nos cuentan que la solución de la crisis económica y el endeudamiento pasan por más impuestos. A los “ricos” o las “grandes fortunas” titulan, con toda intención de buscar la aprobación del resto de los laburantes, que así canaliza su frustración, no en los verdaderos responsables de su desgracia, las castas políticas y los “oenegeros” colgados de las tetas del Estado.
Ni una palabra de reducir el gasto público, de gastar mejor, de invertir en obras necesarias o dejar de financiar los panfletos ideologizados disfrazados de informes, estudios o papers, dirigidos y sin fundamentos serios, falseando datos o inventándolos para llegar a la conclusión que necesitan estos “Fabricantes de Miseria” para seguir chupándonos la sangre a los que sí trabajamos. No hay caso, ni lo habrá, ellos no nacieron para producir, ellos viven del trabajo ajeno y es difícil que se desteten a esta altura, salvo que de una buena vez les paremos el carro los que mantenemos “comiendo pan caliente”.