De acuerdo con los estudios practicados por investigadores de la Universidad de Boulder (Colorado), la empatía está compuesta por dos procesos específicos: la identificación con el sufrimiento ajeno y la compasión, que es un sentimiento que nace de la simpatía y la ternura.

Es por esta razón que cuando somos testigos del sufrimiento ajeno, buscamos ayudar para aliviar el dolor, y así deshacernos de la impotencia. Sin embargo, cuando el comportamiento de los demás nos afecta de manera negativa, allí… Allí a la mayoría se nos acaba la empatía.

Por ejemplo, supongamos que un ser querido o un compañero de trabajo, de pronto nos ha agredido verbalmente sin nosotros haberlo provocado o por lo menos, sin entender por qué esa persona nos está hablando mal. Probablemente pienses que lo más lógico sería devolverle el grito o comportarnos de igual manera, pero en realidad; es en esa situación cuando debemos hacer nuestro mayor esfuerzo por ser empáticos.

Cuando dejamos que en una situación como esa sea la empatía la que tome el mando en nosotros y no el impulso primario de atacar, entonces podremos racionalizar la situación: nosotros solo podemos controlar nuestra reacción ante los demás o las circunstancias que nos rodean.

Cuando alguien nos lastima a nosotros o a algún ser querido, es por una serie de situaciones que han llevado a esa persona a explotar o porque se ha equivocado en su accionar y no porque sea una mala persona.

Ser conscientes de esta situación, nos permitirá manejar nuestra comunicación diaria con los demás a otro nivel. Imaginemos todos los malentendidos que nos ahorraríamos si en vez de reaccionar visceralmente a la acción del otro, pensáramos por un segundo que lo que estamos viendo realmente es solo la punta del iceberg, cuando debajo del agua hay todo un corretaje emocional enorme.

Tener esta perspectiva empática al momento de comunicarnos con los demás es fundamental para la sana convivencia, de hecho; si pensáramos de esta manera diariamente, casi nunca nada ni nadie podría ofendernos, porque entenderíamos que detrás de ese gatillo emocional, hay un cúmulo de emociones y situaciones.

Por esta razón es importante aprender a no tomarse las cosas a término personal. Aprender a entrenar nuestra empatía es fundamental para vivir mejor. De hecho, según investigaciones de la Universidad de Zurich, si tenemos intercambios alegres y positivos con gente desconocida, más se amplía la red neuronal de la empatía.

Es decir, que mientras más veces interactuemos con gente extraña, más empáticos nos volvemos. Mi recomendación, sobre todo en estos momentos tan particulares que estamos experimentando como humanidad es que, te tomes un tiempo durante esta semana, puede ser en tu descanso y te escribas o converses personalmente con ese grupo de personas que trabajan contigo, pero con las que usualmente no compartes tanto.

Atrévete a buscarle conversación a esa persona que sueles ver apartada del grupo, o con quien usualmente no te escribes con frecuencia. Lo mejor es que además de ti, esa persona también aumentará su capacidad de empatía y ayudarás a crear una red expansiva hacia tu comunidad.

Alimentemos nuestra vida con pequeños gestos cotidianos y hagamos del altruismo una ola que abrace al mundo. Empieza con una sonrisa. Créeme, esa es la magia de la comunicación asertiva.

BIO

Estratega de vida y de negocios. Presenta y dirige el show de entrevistas CALA, que se transmite en canales de una veintena de países. Durante cinco años y medio presentó CALA, en el prime time de CNN en Español. Empresario y emprendedor social. Autor de ocho bestsellers en temas de liderazgo, emprendimiento y desarrollo personal, incluyendo “El poder de escuchar” y “Despierta con Cala”. Es presidente y fundador de Cala Enterprises Corporation y de la Fundación Ismael Cala.

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