• Por Ricardo Rivas
  • Corresponsal en Argentina
  • Twitter: @RtrivasRivas

Dura semana la que pasó para el presidente Alberto Fernández. Claramente percibe que su gestión y liderazgo flaquean. Según el más reciente trabajo de investigación social realizado por Management & Fit, la consultora que dirige Mariel Fornoni, el 53,1% de la población “aprueba” su gestión en abril último. Desde marzo precedente, ese indicador descendió casi dos puntos porcentuales. 42% de la sociedad tiene una imagen “negativa”, del jefe de Estado. 37,6%, “positiva”. Con un simple cálculo queda en claro que la valoración social del jefe de Estado es negativa: -4,4%. No es bueno para ningún líder. Tampoco le va bien a la vicepresidenta Cristina Fernández. El 57,9% de la sociedad tiene una mirada “negativa” sobre la segunda al mando. 26,1%, “positiva”. El balance: -31,7%. No les va bien en la opinión pública. Tampoco en la relación entre ellos. Un considerable segmento social lo percibe. Desmentirlo discursivamente, no parece ser la alternativa que el oficialismo elige para modificar esa percepción.

“Una imagen puede más que mil palabras”, expresó una altísima fuente gubernamental a este corresponsal con el compromiso de preservar su identidad. De allí que, el jueves último, Alberto y Cristina compartieron un acto público en el que el presidente habló y la vicepresidenta permaneció en silencio. Cuando casi esa movida proselitista –de cara a las elecciones parlamentarias de noviembre próximo– finalizaba, Alberto F. –observado fijamente por Cristina F.– pidió “saquen esta foto, la de la unidad”, a “los camarógrafos y fotógrafos” que se encontraban frente al palco levantado para que ocuparan los máximos referentes del Frente de Todos. No había sonrisas. Los barbijos ayudaron a disimularlo. Pese a ello, la imagen, sin dudas, pudo más que mil palabras.

Las tensiones intragubernamentales, que en los días más recientes trocaron en acciones concretas y desafíos entre los coaligados, no pudieron ocultarse. No son pocas las opiniones entre peronistas y gobernadores de la misma extracción, que dan cuenta que –de seguir así– la otrora exitosa coalición electoral que no consigue consolidarse como unidad en la diversidad para gestionar, podría ingresar en un callejón sin salida. Alberto F. se esfuerza para disimular la falta de coincidencias y su falta de liderazgo. Para hacerlo, eleva su tono de voz. ¿Para qué?

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La sociedad en su conjunto aprecia la unidad en la diversidad solo cuando esa conjunción aporta soluciones y, de ninguna manera, cuando genera o agiganta los problemas y es parte de ellos. Con sus gritos no convence a nadie. Un amplio segmento social piensa y sabe que quien lidera es Cristina. Fornoni exhibe datos duros y los explica. “El 48,1% de la sociedad cree que el poder lo tiene Cristina. El 32,7%, cree que lo tiene Alberto”. Luis Alberto Ferré Aguayo, lúcido político portorriqueño, sostiene que “la razón no grita, la razón convence”. No es una exhortación menor. El presidente Fernández parece debilitarse con cada amanecer.

Aquellos diálogos con amplitud ideológica que protagonizaba activamente meses atrás, ya no existen. Pandemia, economía, liderazgo y comicios de medio tiempo lo arrinconan. “El 50% de las y los consultados –revela Mariel Fornoni– asegura que, si las elecciones fueran hoy, no los votaría”. ¿Es posible? Responde Fornoni: “El 60,9% de la sociedad considera que a futuro la economía estará peor y, al día de hoy, el 68,9% percibe que está peor que un año atrás”.

¿Cuáles son las preocupaciones sociales más relevantes, además de las económicas?, consulta este corresponsal a la especialista. “Para el 32,2%, la corrupción; el 20,6%, la inflación y las tarifas [de los servicios públicos]; el 13,6%, la pobreza; el 12,4%, la inseguridad; para el 9,4%, la desocupación”. ¿Cómo se evalúa la gestión de la emergencia sanitaria? “El 47,2%, la valora negativamente. El 45,7%, la considera positiva y, en ese contexto, el 75,5% de las y los consultados, manifiesta que quieren ser vacunados”. Argentina tiene una población estimada cercana a los 46 millones de personas. En ese marco, las cifras oficiales que fueron divulgadas más recientemente, dan cuenta que 7,68 millones (16,9%) fueron vacunadas con una dosis; 1,39 millones (3,1%), con dos dosis. La cifra total de infectados e infectadas es de 3,136 millones. Recuperados y recuperadas, 2,798 millones. Fallecidas y fallecidos, 67.042.

El presidente, desde el primero de los días de esta semana, se encuentra en Portugal. Aquí, como lo prescribe la Constitución, Cristina Fernández, vicepresidenta, gobierna. Alberto arribó a Lisboa, destino inicial de una breve recorrida europea, junto con el canciller Felipe Solá y el ministro de Hacienda, Martín Guzmán. Si bien no se informó demasiado sobre la que será su agenda, se dejó trascender que se reunirá con el primer ministro portugués, Antonio Costa. En otras escalas, dialogará con Emmanuel Macron, su homólogo en Francia; Pedro Sánchez, el jefe de Gobierno de España; con Mario Draghi, primer ministro italiano; y Sergio Mattarella, presidente de Italia; y, con el papa Francisco, en el Vaticano. El objetivo central es el de conseguir apoyos sólidos para refinanciar con el Fondo Monetario Internacional (FMI) un monto del orden a los 44.000 millones de dólares y, con el Club de París –integrado por Australia, Austria, Bélgica, Brasil, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Francia, Alemania, Irlanda, Israel, Italia, Japón, Corea del Sur, Holanda, Noruega, Rusia, España, Suecia, Suiza, Reino Unido y los Estados Unidos– al que se le adeudan unos U$S 2.240 millones.

Tanto en el FMI (organismo formal multilateral) como en el Club (espacio informal multilateral) estuvo días atrás el ministro Guzmán. En ambos propuso diferir los pagos que Argentina debe formalizar en los próximos meses para no ser declarada en default, hasta el segundo semestre del 2022. En ninguna reunión consiguió más que diplomáticas palabras de respaldo moral. “Queremos ayudar”, dijeron. Con el papa Francisco, esas deudas, también serán parte de la conversación que Alberto y el jefe de Estado Vaticano sostendrán en los 20 minutos que se le asigna a cada visitante oficial. Tal vez, con el deseo de que los visitantes no lleguen a Roma con demasiadas expectativas, la diplomacia vaticana hizo trascender aquí que “trató de convencer al gobierno de que el presidente no pidiera la audiencia con el Papa”. Según el periodista Sergio Rubin, biógrafo de Francisco, la solicitud de audiencia “causó una ostensible incomodidad” en la Ciudad Eterna. Aquí, en Buenos Aires, se esperan hechos, no palabras.

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