• Por Felipe Goroso S.
  • Columnista político

En el Antiguo Testamento, el profeta Daniel cuenta el episodio en el que el rey de Babilonia, Nabucodonosor, tuvo un sueño en el que aparecía una gigantesca estatua hecha por diversos elementos: la cabeza era de oro, torso de plata, las caderas de bronce, piernas de hierro y los pies eran de barro cocido. Una piedra cayó rodando hacia la escultura, chocando contra los pies y haciéndola desmoronarse, debido a la fragilidad del elemento con la que se había hecho la base, por muy fuertes y sólidas que fueran las del resto del cuerpo. Con esto, Daniel explicaba al rey la fragilidad del ser humano.

Mucho se ha escrito sobre si los liderazgos nacen o se hacen, como si solo fuese posible o lo uno o lo otro. Tal vez habría que buscar un punto intermedio entre ambas afirmaciones. La experiencia nos dice que se puede nacer con algunas características propias de los líderes y aquellas de las cuales se carece, se pueden ir adquiriendo con tiempo y sobre todo disciplina y entrenamiento. Si a esto le sumamos que los liderazgos y sus modos son tan cambiantes como el paso de los años o acontecimientos. Es más, un líder acorde a un tiempo y escenario determinados, puede no ser valorado en otro. Sir Winston Churchill es un buen ejemplo de esto.

En Paraguay, cualidades como la seguridad en sí mismos, mostrar energía, transmitir integridad, credibilidad y humildad, con cercanía con el pueblo; son valoradas y mencionadas en diversas mediciones o estudios de opinión realizados en este tiempo de pandemia y crisis por el covid-19. A pesar de las críticas a la mal llamada clase política, la gente expresa su preferencia a favor de que sean líderes con experiencia política quienes sean los conductores de este proceso. En contrapartida; la ausencia de autocrítica, el individualismo, la incapacidad de conformar y consolidar equipos y la falta a la palabra empeñada, son algunos de los factores negativos que la gente marca con mayor frecuencia a quienes lideran o pretenden liderar algún tipo de proceso electoral de algún tipo.

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Es usual ver estos y muchos otros factores que generan percepción negativa que están a flor de piel y muy por el contrario de lo que se podría creer, no se ve un esfuerzo por modificarlos. Será por desconocimiento, ya que como mencionamos en otra columna hay una mayoría que se muestra reacia a realizar encuestas que sirvan para tomar decisiones estratégicas; o sencillamente puede ser porque es más sencillo que quienes se dicen líderes se fijen más en tener la parte visible de oro pero los pies de barro, como lo soñó Nabucodonosor. Aún nos falta mucho camino por recorrer para que la política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, tenga los niveles de profesionalismo que se demanda de ella.

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