DESDE MI MUNDO

  • Por Carlos Mariano Nin
  • columnista

Ya no miro las redes. Poco a poco me voy acostumbrando a alejarme de ese mundo virtual que nos acerca a nuestras alegrías, a nuestros logos y nuestras distancias, pero que últimamente dimensionan una tragedia que se veía venir, pero que nos sobrepasó en todos los sentidos.

Lazos negros, despedidas, polladas, pedidos de medicamentos y terapias, nos acercan a nuestra irremediable realidad. Es un tormento.

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Mientras nos acostumbramos a los números, estos crecen sin parar y la realidad hace que volvamos a acostumbrarnos una y otra vez. Es como una pesadilla que nos obliga a despertarnos todos los días sobresaltados.

Abril sobrepasó nuestros temores. Este mes ya deja a su paso más de 1.100 muertos. En promedio, más de 60 personas fallecieron por día a consecuencia del virus. En realidad los números serían más altos si se pudiese contabilizar un subregistro que escapa a las cifras oficiales.

Pero fue además un mes (o lo que va de mes) en donde las propias estadísticas se fueron superando por momentos.

Los hospitales colapsaron, faltaron insumos básicos, medicinas y hasta en ocasiones faltó lo vital: oxígeno. Las familias afectadas dejaron sus casas y tuvieron que mudarse a carpas instaladas en los hospitales, desde donde la desesperación se hizo cotidiana, tan cotidiana como la escasez de lo necesario y los malditos números de una tragedia que no deja de crecer.

Pero este enemigo nos desnudó otro Paraguay dentro de Paraguay, como si se tratase de otro mundo dentro de una terrible realidad.

El país de la indolencia y la irresponsabilidad. Por un lado fiestas clandestinas, donde cientos de jóvenes dan rienda suelta a su propia suerte, carreras clandestinas y un sinfín de actividades donde la gente desafía a un enemigo mortal que no tiene apuro y que tampoco discrimina a los que se cuidan o no, a los que tienen dinero o no, a los que le temen o no.

Y por el otro, a una clase política gobernante que no tiene idea de cómo afrontar la realidad y que decreta medidas que nadie cumple porque nadie las hace cumplir.

Y así vamos de mal en peor, preguntándonos ¿quién será el próximo?

No es exagerado, ante esta situación los números no van a bajar. Van a seguir creciendo.

En una nota publicada en este diario la directora médica del Hospital Nacional de Itauguá, Dra. Estela Torres, dijo que esto se va a poner peor y que podemos llegar a 200 muertos por día. 200. Y advertía que el escenario es desgarrador “familias enteras van a desaparecer”.

Es nuestra realidad.

Pese a las promesas que nunca se cumplen, en algún momento las vacunas van a llegar, pero no será inmediato ni nos van a alcanzar a todos.

Hoy, usá tapabocas, lavate las manos, evitá los lugares con mucha gente y cerrados. No hay otra.

Y no esperes a que te toque la tragedia para dar gracias, como sea y al Dios que quieras. Son tiempos difíciles para todos aunque no te toquen de cerca.

Hoy todos tenemos sentimientos encontrados entre la tristeza y la esperanza.

Vamos a salir, pero mientras tanto tenemos que evitar que este caos siga creciendo. Por vos, por tu familia… por todos.

Pero sí, esa es otra historia.

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