Una empresa que mantiene relaciones crediticias con las instituciones financieras para la obtención de facilidades de corto plazo destinadas a la cobertura de necesidades de capital de trabajo o de mediano o largo plazo, orientadas a la financiación de compras de activos fijos u otros proyectos de inversión específicos debe ser consciente, asumiendo la responsabilidad de que deberá cumplir con requisitos de orden cualitativo y cuantitativo, que se adecuen a los parámetros institucionales requeridos y que forman parte del proceso de créditos corporativo, además de todo lo inserto dentro de la Resolución 1/07 del Banco Central del Paraguay (BCP) de clasificación de activos de riesgos.

El análisis, seguimiento y monitoreo de la evolución de las actividades de nuestros clientes resulta cada vez más relevante, constituyéndose en un elemento imprescindible para el buen control del riesgo crediticio asumido, que permitan a estas entidades poder asumir una posición proactiva y no reactiva, cuando muchas veces “el enfermo ya ingresa a la UTI” sin posibilidades de recuperación.

Una evaluación crediticia que pretende contemplar la cobertura de las principales áreas críticas de riesgos del cliente resulta necesario que el analista y el oficial de negocios conozcan bien a su cliente, incluidas su plana directriz y principales posiciones ejecutivas, especialmente aquellos que tienen una relación directa con el manejo de las finanzas de la empresa y la preparación de los estados contables.

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Toda actividad tiene asociado el factor riesgo, pero para las entidades financieras constituye la esencia misma del CORE de sus negocios.

Las entidades financieras se concentran en la venta de productos y servicios crediticios y no crediticios, constituyéndose este último en un componente importante dentro de la “torta” de sus negocios globales actuales, a diferencia de la banca tradicional del siglo XX, en donde casi el 100% recaía en operaciones de préstamos y complementados por las de comercio exterior.

El cross sell (venta cruzada) con los clientes es de primaria importancia para obtener el máximo nivel de rentabilidad posible.

Una adecuada política a nivel institucional permite poder visualizar cuáles son los productos que involucran riesgo crediticio, la naturaleza del mismo y la forma de controlarlo.

El desafío para cualquier entidad financiera es asumir los riesgos hasta el punto óptimo, maximizando las utilidades sin exponerse a que superen los niveles normales. No hay fórmulas para ello, tampoco recetas escritas. Las decisiones siempre serán subjetivas y nunca tendremos la certeza que la tomada será un 100% correcta.

Hasta hace algunos años muchos créditos eran desembolsados en función al valor de los activos en la creencia de que una facilidad garantizada de por sí ya se constituía en un buen riesgo de crédito.

Los desembolsos realizados por estas entidades deben siempre estar basados en un plan concreto de repago proveniente de su generación neta operativa/no operativa de fondos, pues es sabido que las garantías son y seguirán siendo eminentemente accesorias.

Uno de los mejores medios que nos permitan tener un juicio del futuro puede ser una mirada al pasado, que contemple la calidad en el cumplimiento de los compromisos contraídos por el cliente en facilidades de corto, mediano o largo plazo.

Un banquero que se considere buen profesional necesitará conocer el manejo de la gerencia, en lo que atañe a su idoneidad, habilidad y experiencia para enfrentar situaciones adversas que eviten en lo posible recurrir a clasificar adversamente las deudas de los clientes que los obliguen a establecer previsiones, afectando en forma directa a su cuadro de resultados y por ende a la utilidad neta al cierre del ejercicio.

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