EL PODER DE LA CONCIENCIA

Hasta hace unas décadas, cuando a cualquier estudiante paraguayo le pedían citar tres héroes nacionales, lo más seguro era que respondieran, en primer lugar: “el mariscal López”; en segundo (ya más difícil) era... “el Dr. Francia” (sin entender bien el porqué; solo sabía que ordenó el cierre de las fronteras). El tercero ya era más complicado porque ni los Yegros o los Iturbes y Molas eran héroes, sino “próceres” de la Independencia. El resto, incluido José Félix Estigarribia, no tenía suficiente peso como influencer.

Hoy cuando a cualquier estudiante paraguayo le piden nombrar a tres héroes nacionales, lo más seguro es que respondan... Roque Santa Cruz, Miguel Almirón y... Bad Bunny.

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Pero la idea de hoy no es enfocarnos en la deficiente educación del siglo 21, sino en un tema mucho más profundo y que tiene que ver con el mariscal López, quien como el Dr. Francia, tiene sus adeptos y sus detractores.

Para muchos, la terquedad de López llevó al Paraguay al genocidio. Piensan que si se hubiera rendido mucho antes de Cerro Corá, el país podría haber continuado floreciente y ser hoy potencia mundial. Otros, sin embargo, le dan la razón, piensan que con el Tratado Secreto, el resultado de la guerra estaba cantado desde antes de iniciarse.

¿Hasta dónde se deben mantener los principios éticos y morales para preservar la vida? ¿Hubiera sido mejor cerrar los ojos al expansionismo brasileño y seguir siendo el país más adelantado de Sudamérica? ¿Podrían los paraguayos vivir con la frente en alto –como hoy– y mirar a los demás países si López se hubiera arrodillado?

Unos piensan que fue un loco por llevar al Paraguay a la ruina, otros que pagó el precio de su honor con su vida.

Sea como fuera, más de un siglo y medio después, Paraguay se encuentra en la misma encrucijada, en una verdadera guerra que deja al menos 60 muertos por día, con hospitales colapsados de moribundos, con médicos devastados, con pacientes por los pasillos, con la economía que renguea y no sabe qué rumbo tomar, con dirigentes divididos: unos robando a manos llenas y otros tratando de sostener lo poco que queda del país y de la gente.

En medio de este panorama, desde el otro lado del planeta, China continental, la nueva y poderosa potencia mundial –la única que tuvo PIB positivo en el 2020 y donde se iniciara la pandemia– ofrece generosamente la posibilidad de “salvar” a su amigo Paraguay con las vacunas que producen.

El único detalle es que antes debemos traicionar a Taiwán, el fiel aliado que nos dio la mano durante más de 60 años en todo sentido: en salud, en tecnología, en educación, en préstamos no reembolsables, en donaciones, en enseñanzas y en algo que no se compra: amistad.

Los mismos bisoños de siempre, engordando como garrapatas gracias a la democracia (pero despotricando contra ella), argumentan que China continental tiene un mercado infinitamente mayor que el de Taiwán, que las posibilidades de negocios con el Dragón serían mucho mejores, lo más conveniente, y hasta se prestarían a ser los emisarios, para recibir el “agradecimiento” por parte de los asiáticos.

El primer problema con esta teoría es que los partidarios del presidente Xi Jinping no son fiables. Utilizan la doblez y la diplomacia con gran habilidad para ganar terreno en todos los sentidos y “convencer” a los aliados de Taiwán de unirse a sus intereses.

Y es que desde hace décadas, la pretensión de China es anexar “la isla”, porque según ellos forma parte de su territorio. Para ello, llevan años estableciendo bases militares en el océano Pacífico, creando islas artificiales, potenciando su ejército que, en el 2019 ya contaba con una fuerza terrestre de más de dos millones de soldados, sin incluir el medio millón más de la reserva, con un presupuesto anual de casi 180 mil millones de dólares.

Silenciosamente desde hace años se prepara para la guerra, prueba de ello es que en enero de este año Jinping ordenó al ejército chino que esté listo para la guerra “en cualquier momento” y las patrullas y vuelos “de reconocimiento” provocativos se incrementan sin ningún empacho.

No es de extrañar que Donald Trump hiciera berrinches al entender que los chinos le estaban ganando la carrera con una cínica sonrisa. En todos los frentes destacan: en la tecnología, en las armas, en la economía, hasta en las grandes alianzas estratégicas ya que con el “Oso” ruso trazaron planes descomunales, como el de la nueva Ruta de la Seda, que arroja ganancias siderales.

Impotente e incrédula, el “águila” de EEUU entiende lo que sucede. Las relaciones cada vez están más rígidas y en respuesta también envía sus naves de guerra a la región. Y para demostrar aun su poderío, se vale de las aguas internacionales para cruzar el Estrecho de Taiwán como Juan por su casa. Ocurrió el 4 de febrero con el USS John S. McCain, el 11 de marzo con el destructor lanzamisiles USS John Finn y nuevamente el 7 de abril con el convoy de guerra integrado por el buque de asalto anfibio USS Makin Island y el USS San Diego, que atravesaron el Estrecho de Malaca, al suroeste de Taiwán, al tiempo que los de Washington “advertían” a sus pars de Pekín sobre las consecuencias de cualquier ataque armado a buques y aviación de Filipinas.

Ese mismo día el Ministerio de Defensa de Taiwán denunció que unos 15 aviones de China continental habían ingresado “en el territorio de identificación de sistemas de defensa aérea de Taiwán, que respondió: que “luchará en la guerra” y se defenderá “hasta el último día” en caso de un ataque del ejército de Jinping.

Para no extendernos ni desviarnos del tema, vemos que la intención expansionista de China continental no es una idea antojadiza, sino un plan inteligente que pretende colocarla como la mayor potencia mundial.

Atrás quedaron los préstamos concedidos a gobiernos de izquierda en Latinoamérica, como Argentina, Ecuador, Venezuela y hasta Brasil; hoy el problema es el sobreendeudamiento de otras naciones que cayeron en la trampa.

La diplomacia china se planta fuerte. Parafraseando al especialista en políticas públicas Ricardo Soto, un viejo refrán chino dice: “Préstale dinero a los pobres y serán tus esclavos para siempre”.

En nuestro caso, nos prometen vacunas que ni siquiera tienen garantía de qué son. Con toda la ilusión y candidez podremos vacunar a toda la población... para... ¿para que nunca más tenga piques?

Paraguay es apenas un granito de arena en el infinito desierto de China. ¿A quién reclamaríamos si nos engañan? ¿Les amenazaríamos con honditas y bodoques contra su tecnología 5G? Somos un capricho que una vez satisfecho (una vez alejados de Taiwán) no seríamos polvo siquiera y sobre todo sin honor.

Mientras que Paraguay libra una dolorosa guerra contra el covid surgido de China, los tambores de batalla a una escala mundial suenan del otro lado del planeta ¿Sería inteligente creerles a los chinos y despreciar a Taiwán, del que tenemos sobradas pruebas de hermandad desde hace décadas?

Tal vez los estudiantes de hoy no sepan quién fue el mariscal López. O tal vez sí. Lo cierto es que hoy todos los paraguayos podemos mirar de frente a cualquiera porque hasta nuestros enemigos nos recuerdan con respeto.

¿Cómo se habría sentido Judas después de cobrar las 30 monedas? ¿Sería lo mismo que traicionar al hermano por 30 vacunas?

Hace 151 años, Francisco Solano López nos dio esa respuesta.

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