Una de las causas básicas de la gran mayoría de los problemas en el mundo actual es que hay mucha gente que habla mucho, pero en contrapartida piensa muy poco no aportando casi valor agregado.

Cuántos miles de personas inteligentes tenemos, pero que no pueden tener el debido control sobre su inteligencia emocional y en forma impulsiva antes de tomar una decisión.

Decir que es bueno que puedas estar de parte de la empresa en donde trabajas no significa en absoluto que tengas que ser un zalamero con tus jefes o agachar la cabeza y repetir como lorito “sí señor”, “a su orden señor” a todo lo que ellos digan.

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En absoluto. Eso es carencia total de personalidad, y daría la impresión de que estamos dispuestos de acatar todo lo que venga de arriba por más que en nuestro interior nos demos cuenta de que no sería lo bueno para la organización con el simple objetivo de asegurar nuestros puestos de trabajo y nuestro sueldo.

Los directivos de las empresas aprecian a aquellos funcionarios que muestren una actitud positiva siempre y que sean lo suficientemente asertivos y empáticos cuando las circunstancias así los requieran.

Que apoyen profesionalmente las acciones de la compañía; que muestre interés; que pueda hacer preguntas, sugerencias y recomendaciones cuando sea necesario; que muestre plena disposición para trabajar en equipo; que muestres en forma efectiva que tu interés primario como profesional que eres se concentra en que tu contribución a la compañía pueda ser efectiva y no solo pensar en sacar provecho.

Cuando te den una oportunidad, no desaproveches la posibilidad de participar en forma activa de la diagramación de planes, análisis de procesos y de la evolución económica-financiera, además de aportar ideas para que los productos y servicios ofrecidos puedan ser cada vez más apreciados por la clientela, cuyos gustos y tendencias van cambiando permanentemente.

Independientemente de todo ello, un buen funcionario que tiene ganas de seguir creciendo tanto en lo personal como en lo profesional, también debería mostrar interés en interiorizarse acerca de la historia de la compañía, cómo se ha formado, cómo fue creciendo y expandiéndose con el correr de los años, cuál ha sido la evolución de su participación dentro del mercado doméstico, cuáles son sus metas de corto, mediano y largo plazos, cómo lo ve posicionado a la misma vs sus competidores, entre tantos otros aspectos.

Cuántas veces escuchamos chismografías de pasillo que fulano o fulana, lo único que hace es cepillar a sus jefes, a decir “sí” a todo lo que se le ordena, que es una persona que solo habla bien de la empresa y nunca se le ha escuchado hacer una crítica, entre tantas otras elucubraciones y chismes sin sentido que solemos escuchar y que un buen profesional deberá saber poder digerir y apreciar en toda su dimensión.

Tengamos en cuenta que cuanto mejor actitud mostremos en todo lo que hagamos en favor de la institución, más resultados positivos podremos lograr y de paso coadyuvaremos a crear un ambiente laboral positivo entre nuestros compañeros de equipo de trabajo.

Ya ha pasado la época en que aquellos que ingresaban a las empresas con mejores calificaciones en la universidad podrían ser los mejores funcionarios. Hoy día los especialistas en talento humano también tienen otros parámetros de selección.

Y no es mentira, ¿pues cuántos amigos o compañeros tenemos que en la facultad han sido alumnos medios para abajo y sin embargo profesionalmente han triunfado incluso mucho más que los que se “mataban” estudiando para tener buenas notas?

Como lo decía sir Winston Churchill: “Muchas veces es mejor tener una buena actitud que aptitud”. Y es verdad.

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