• Por Felipe Goroso S.
  • Columnista

La Comunicación Política, en su vertiente de Comunicación Gubernamental, tiene como casi todo en esta vida diferentes puntos de vista sobre cuestiones fundamentales. Son distintas miradas y escuelas, en gran parte influenciadas por el paso de los años. Una de ellas tiene que ver con el hecho de comunicar en momentos de crisis.

Una de las escuelas nos dice que a los líderes se les está exclusivamente asignado dar buenas nuevas. Ellos solo deben transmitir optimismo, buena onda, temas positivos. Se le está prohibido dar malas nuevas, eso hay que dejarles a otros voceros, generalmente de menor rango. En este caso, el foco está claramente puesto en los líderes. Esta es la vieja escuela.

La nueva escuela, la actual, tiene una mirada absolutamente distinta: los líderes deben a pesar de todo, comunicar. Dice que son esos peores momentos de crisis, las horas más oscuras, cuando debe verse la madera de la que están hechos aquellos que pretenden liderar procesos de renovación o transformación en sus países o comunidades. Esta escuela cambia la lógica que rige en la vieja, en la nueva escuela el foco está puesto en la población que precisa una voz que los guíe y les marque una hoja de ruta. Liderazgos empáticos, que sepan ponerse en el lugar de los demás, que den respuesta a las ansiedades, dificultades y miedos de la ciudadanía, encuadrarlos y darle sentido a la realidad social, de ser posible desde la emotividad. Ofrecer rumbos de acción ágiles, posibles y decisivos e invitando a participar en un proyecto con carácter épico. Y un general que motive y movilice a la tropa.

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Podrán decir que hay silencios que dicen mucho, que incluso gritan; sin embargo, el que tiene la última palabra es aquel que es dueño de los silencios. Con un detalle no menor, eso es algo generalmente reservado a momentos que no implican crisis. Los silencios también se gestionan, se utilizan para administrar los tiempos que es una de las facetas más sutiles de la política y en las crisis, los tiempos pasan mucho más rápido de lo normal.

No se pretende que esta columna sea una referencia para nadie, aunque más de uno pueda pensar a propósito de que ha sido escrita. Se pretende que tal vez, y solo tal vez sea una humilde colaboración para quien la crea oportuna de leer y sobre todo de aplicar. Después de todo, de eso se trata esa mala palabra que empieza con p y termina con a: nuestra vieja amiga la política, de colaboración en los más difíciles momentos. Que es cuando a pesar de todo, comunicar es la salida.

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