- Por el Dr. Juan Carlos Zárate Lázaro
- MBA
- jzaratelazaro@gmail.com
Casi todos sabemos cuando nuestro yo interno nos dice que estamos en lo cierto y también cuando podemos estar equivocados.
Obviamente que también como seres humanos tenemos la posibilidad de hacer acallar a esa voz interna, pero si los hacemos muchas veces podríamos encontrarnos en problemas.
Esa intuición que todos tenemos puede que nos hable alto y claro muchas veces, pero cuando lo hace si no seguimos lo que nos dice, podríamos llevar las de perder.
Cuántas veces como directivos nos ocurre que podemos estar hablando con alguien acerca de un nuevo sistema que estamos dispuesto a implementarlo, y aunque a simple vista nos parezca que la actitud que muestra nuestro interlocutor aparente positiva, la experiencia y el camino ya recorrido que podamos tener, el feeling como lo llaman los americanos, nos hacen sentir una sensación rara que nos debe llevar a analizar y pensar el porqué.
Cuando estamos planificando algo y nuestro “otro yo” nos toca una campanilla y nos dice ojo, que algo no está funcionando aquí, pues nunca estará demás “parar las orejas” y volver a hacer una revisión del mismo hasta asegurarse convenientemente de que podría tratarse de una “falsa alarma”.
De allí que ante cualquier duda que se nos pudiera presentar no seamos orgulloso y consultemos con otros directivos que podrían incluso tener un mayor bagaje de experiencia que nosotros dentro de la empresa a fin de poder ir sopesándolo muy bien, pues los chequeos cruzados que uno los hace de buena forma, nos podrían dar buenos resultados.
Siempre es bueno que podamos buscar un momento de paz interior y hacer una autorreflexión haciendo un repaso mental acerca de los resultados obtenidos en las anteriores decisiones tomadas.
Todo suma y en su momento podría ser para cada uno un buen consejero, pues rebobinando acerca de las experiencias y como pudimos habernos sentido antes de la implementación de tal o cual plan podría ser un soporte importante para nuevas tomas de decisiones.
El desarrollo de nuestra intuición no es nada fácil por supuesto, pero si tienes el hábito de escuchar a tu yo interior acerca de algo, tu sentimiento interno te podría estar diciendo cuando algo no anda bien.
Esto que estoy mencionando ocurre muy a menudo dentro del ámbito crediticio.
El paso del tiempo y la experiencia del hombre de créditos hacen que vaya perfeccionando y solidificando su feeling o sentido del olfato para poder “oler” con anticipación cuando una propuesta de créditos no “te cierra”, pues cuántas presentaciones de pedidos de financiación tenemos en que los potenciales prestatarios nos presentan unos bonitos estados contables, incluso cifras proyectadas para el mediano/largo plazo, pero resulta que en contrapartida el aspecto cualitativo (que conforma el carácter del cliente, el cumplimiento histórico y la calidad de referencias que posee en el mercado) podría dar un giro de 180 grados y una solicitud de crédito que en un principio pudo haber sido un sí, súbitamente se invierte y se transforma en un no.
De allí que nuestro sentido común y el de la intuición son características intrínsecas que no debemos abandonar nunca, ya que bien utilizadas podrían ser un excelente compañero que nos permitiría en la práctica no tomar decisiones apresuradas, sino “parar la pelota” y pensar antes en los pro y los contra que envuelven cada situación.
¿Quién es el empresario que no querría que la gestión económica-financiera-patrimonial de su empresa funcione “sobre rieles” y que les permitan ser rentables y competitivos?
Sería “el sueño del pibe”, pero no es bueno dejarse “encandilar” por planes, o procesos que a simple vista parecerían muy buenos, pero cuando los tropicalizamos y los traemos a la realidad de nuestro mercado y de las características y rubros explotados y mercados objetivos de nuestra empresa resulta que no serían aplicables o bien las posibilidades de éxito estarían en duda, lo cual podría incluso hacer que dé una gestión económica positiva que hemos planeado inicialmente; al final, la realidad podría resultar diferente.