• Por Felipe Goroso S.
  • Columnista

En la semana, el compañero de LN Juan Carlos dos Santos me contactaba con la periodista Fernanda Simas del diario O Estado de San Pablo. Desde el Brasil estaban realizando una serie de entrevistas a distintos referentes de nuestro país, interesados en entender la crisis que atravesamos. Días después, salía publicada dicha entrevista.

La columna de hoy tiene como base lo publicado en Estadão.

El juicio político es una posibilidad latente, de hecho, es la segunda vez desde que asumió Mario Abdo, que ocupa gran parte del debate nacional. La primera fue durante la crisis del acta secreta de Itaipú y donde el gobierno de Jair Bolsonaro arrojó a Abdo una tabla de salvación, dejando sin efecto. Y por esas cosas que tiene la política en Paraguay, en ese momento la posibilidad era bastante más concreta que la que vemos en la actualidad. Claro, desde aquella crisis hasta la actual pasaron cosas.

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Mucho hincapié se hace sobre algunos nombres en particular como los protagonistas de esta crisis, sin embargo, y más allá, lo que realmente se cuestiona en el fondo es toda la gestión actual (o la falta de ella) y con especial énfasis el sistema de salud.

Más allá de nombres en particular, toda la gestión actual está puesta en duda, pero muy particularmente el sistema de salud pública. Si a eso le sumamos los afectados por la crisis económica, consecuencia de la pandemia, la mezcla es tan explosiva como a la vez predecible. Incomprensible que no hayan visto venir. Un dato: entre enero y febrero suman 20 mil las personas que sufrieron suspensiones temporales de contratos laborales. Según fuentes, hay otros 12 mil en igual situación, solo que aún en trámite en el Ministerio de Trabajo. Son 32 mil paraguayos que no están precisamente conformes con la gestión del Gobierno en la crisis sanitaria. Y eso que estamos hablando de trabajadores en blanco, ni hablemos de los informales y cuentapropistas.

La respuesta por parte del Gobierno ha sido absolutamente insuficiente. Con supuestos cambios en las instituciones más cuestionadas que en realidad no son tales y por lo tanto, no logran generar el optimismo social que el Ejecutivo precisa con urgencia. En lenguaje futbolístico, estamos en temporada de transferencias de pases y no hay una sola contratación que pueda ser vista como un refuerzo real para el equipo.

Es sabido que el poder tiene un grado de desgaste proporcional al tiempo que transcurre. Sin embargo, en el caso de la administración actual, estamos ante un desgaste de poder tan importante que no se logra generar un factor fundamental en todos los pueblos que sufren una crisis como la que vemos: esperanza. Más que nunca es hora de que la política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, haga su trabajo. Y para eso son necesarios, liderazgo, proponer una hoja de ruta de salida de la crisis, generar consensos y tomar decisiones.

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