- Por Ricardo Rivas
- Corresponsal en Argentina
Hoy, el presidente Alberto Fernández, ante la Asamblea Legislativa, informará al Congreso cuál es el estado de la Nación. También planteará cuáles son sus metas de gestión en este año electoral de medio tiempo. Intentará convencer, a propios y a extraños que los que vienen serán tiempos favorables y que comenzaron a quedar atrás las calamidades heredadas de Mauricio Macri, su antecesor en la Casa Rosada. Sin embargo, 15 meses después de iniciar su mandato, no pocos dedos índices apuntan hacia la actual administración que, el 10 de diciembre del 2019 estaba atenazada por la economía en caída, las finanzas públicas deterioradas, la recesión, el desempleo, la inseguridad, la corrupción estructural, por mencionar solo algunos de los problemas que más preocupaban a la opinión pública. A ellos se agregó el SARS-COV-2 que al día de hoy reporta más de 2,1 millones de contagios, cerca de 52 mil muertes, el 1% de la población vacunada y la economía con una caída del 10%.
La realidad –aunque no sin razón haya quienes sostengan que se trata de una construcción– suele ser el límite menos flexible para cualquier relato épico. “Entre vida y economía, elegí la vida”, enfatizó meses atrás el presidente Fernández, cuando decretó el ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio) con el que paralizó por meses la actividad económica y productiva. Así llegará al Congreso. Sentada a su lado, estará la vicepresidenta Cristina Fernández. No será fácil la primera mañana laboral de marzo para el jefe de Estado. El clima social no lo favorece.
El caso del “Vacunatorio Vip”, está allí y, como lo sostienen dos de los principales consultores políticos locales, Ricardo Rouvier y Mariel Fornoni, “se mantendrá en la agenda pública por mucho tiempo”. Alberto F. conoció tiempos mejores. Cristina F., por su parte, no está mejor. La reciente condena judicial a 12 años de prisión al empresario Lázaro Báez, por lavar activos por un monto de 60 millones de dólares, podría operar como un desencadenante que haga que muchos silencios tornen en voces que procuren hacer tronar el escarmiento.
Aquel presunto pacto interno del oficialismo en el poder –que el embajador Juan Pablo Lohlé, peronista, lo llamó, meses atrás ante este corresponsal, “Unidad para la impunidad”– podría romperse. Leandro Báez –hijo de Lázaro– condenado junto con su padre a 5 años de cárcel, lo dijo con todas las letras: “Se está condenando sin saber el delito precedente y en ese delito precedente está ella”. Aludió a Cristina F, y añadió: “La Justicia (con la sentencia que afecta a su familia) mandó un mensaje muy claro por el conflicto que tienen con el Gobierno”. Con ese contexto el presidente Alberto Fernández hablará ante el Congreso. Poco y/o nada podrá expresar sobre el acuerdo no alcanzado aún con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para refinanciar unos 44 mil millones de dólares que ese organismo multilateral le otorgó a la Argentina cuando gobernaba Macri.
No tendrá mucho para exhibir cuando aborde la gestión de la pandemia y sus resultados. Mucho menos sobre el proyectado plan de vacunación con mínima provisión de vacunas. FMI y vacunas. Dos de los más relevantes ejes estratégicos sobre los que el Gobierno proyectó la gestión y la campaña electoral en marcha, arrojan resultados impresentables. De allí que, lo que debería ser un informe sobre lo actuado por el Gobierno y lo que vendrá en el corto plazo, será de alto riesgo cuando aún no se percibe clima electoral. Oficialismo y opositores están fragmentados. Divididos y enfrentados por disputas internas irresueltas desde mucho tiempo.
Cristina –segunda al mando en el esquema formal de gobierno, aunque dueña del poder interno en el oficialismo en desmedro de Alberto F.– y, Mauricio Macri, coinciden en la percepción social negativa de ellos y sus liderazgos. Cerca del 60% de los consultados para casi todas las encuestas así se expresan. Sin embargo, en las últimas dos semanas esos guarismos arrojan un dato relevante. Entre el 23 y el 25 de febrero últimos, la consultora Trespuntozero, verifica que Alberto Fernández supera a Macri en valoración social “negativa”.
Fernández acumula un diferencial (positiva menos negativa) de -28,9%; en tanto que Macri, exhibe -15,9%. En el mismo trabajo de investigación, la corrupción, con el 40,6% de las opiniones, resulta ser el problema que más preocupa a la sociedad, lo que también detectaron semanas atrás tanto Fornoni como Rouvier. Dramático dilema social. Argentinas y argentinos, en las parlamentarias que vienen, deberán elegir entre los candidatos y candidatas bendecidos por Cristina y Mauricio, los peor vistos por la sociedad y de quienes la justicia aún no ha declarado si son decentes o indecentes. La pobreza, no es solo un dato económico y social.