Si ahora mismo nos ubicaran en una habitación a varias personas, es casi seguro de que cada uno de nosotros tendríamos miradas diferentes, aun a sabiendas de que el objeto que se nos presenta ante nuestra vista sea igual para todos, pero la visión que cada uno tenga del mismo podría ser distinta, al igual que la disposición para poder observarlo en detalle.

La persona que eres la determina la manera en cómo ves las cosas a tu alrededor. Tanto tu propia identidad como las perspectivas van de la mano.

De allí la importancia que cada uno nos mentalicemos, de que la actitud que uno pueda mostrar ante diversos escenarios es la que nos sirve en la vida. Si por ejemplo pensáramos como unos tontos, no nos conduciría muy probablemente más que a ser tontos en la vida.

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Nuestras actitudes determinan cómo percibimos las cosas y de qué manera manejamos nuestros sentimientos frente a cada una de ellas.

De seguro habrá momentos en que todos podríamos no sentirnos confortables. En esos casos es lógico suponer que nuestras actitudes no podrán detener nuestros sentimientos, pero en contrapartida podrán impedir que ellos nos detengan.

Cuantas personas tenemos a nuestro alrededor, que lo único que saben hacer es pronunciar palabras de queja a todo lo que les rodea y lamentándose ante cada cosa que vaya sucediendo.

Son aquellas que uno suele decir probablemente tendrían problema con sus vidas, pues lo único que sienten es que la misma les ofrece penurias económicas, problema de toda índole y mala suerte. O hablando mal y pronto: lo único que saben hacer es quejarse por todo y por todos.

Cuán importante resulta el poder cultivar una actitud positiva, optimista, saludable hacia los negocios, la familia, los contratiempos, los amigos y hacia la vida en general. Todas las actitudes son decisiones personales nuestras, pues nadie las podrá tomar por cualquiera de nosotros.

Cada uno somos solidariamente responsables de la visión que podamos tener frente a las demandas de nuestro día a día, por lo que nos pueda suceder generalmente es el resultado de lo que pensamos y de lo que hacemos con eso.

Cuantas personas tenemos que en vez de dar gracias por tener un buen empleo, se pasan los días mostrando un enorme malhumor y resentimiento. Igual cosa sucede con muchos matrimonios en donde cada uno de los cónyuges se empeñan en permanecer unidos, aunque en el fondo se sienten profundamente infelices el uno con el otro.

“¿Qué diferencia a un obstáculo de una oportunidad? Nuestra actitud hacia él. Toda oportunidad tiene una dificultad y toda dificultad tiene una oportunidad”. (J. Sidlow Baxter).

Cuantas personas tenemos que día a día suelen interactuar entre ellos, y cuantas tenemos que viven permanentemente con el ceño fruncido en signo de frustración. Son habitualmente aquellas que se pasan protestando contra la sociedad porque según ellos desde su perspectiva, sienten que solo les ofrece penurias económicas, problemas de toda índole y mala suerte.

Cultivar y adoptar una actitud positiva, optimista, saludable hacia los negocios, la familia, los contratiempos, los amigos y la vida en general, no afecta tanto a la sociedad como sí lo hace con cada uno de nosotros. Tengamos siempre en cuenta que el cambio proviene de nosotros, nunca de los demás.

Un estudio que lo había realizado un prestigioso instituto de tecnología de Washington, evaluó las causas reales por la cual miles de empleados hayan obtenido éxito en su vida laboral y personal.

Se han dado resultados concluyentes como que solo el 15% era exitoso debido a su capacitación técnica, en tanto que el 85% restante lo era en general por su personalidad y más específicamente por su actitud.

Es por ello que hoy día las consultoras en RRHH ya no tienen muy en cuenta las calificaciones que uno pudo haber tenido en la universidad, sino que se fijan con mayor detalle en nuestra inteligencia asertiva, emocional y empatía que podamos tener ante diversas situaciones.

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