POR MARCELO PEDROZA
Psicólogo y magíster en Educación
Vivimos decidiendo, y eso implica mantener activo el proceso de razonamiento que nos permite relacionar unas ideas con otras y de esa forma elegir cómo proceder. Establecemos relaciones entre las cosas y también entre los hechos. La razón nos permite determinar los vínculos que pueden existir entre algún acontecimiento y quienes participan del mismo o quienes aun no estando presente tienen alguna conexión con el mismo. Es la razón la que facilita la creación de los juicios que emitimos sobre lo que nos sucede. Y también la que nos lleva a crear conclusiones.
La esencia de lo que acontece necesita del poder de la razón. Captar la correcta interpretación de un hecho es desafiante para quien se propone alcanzar una adecuada visión panorámica del mismo. Lo que se ve, alguna vez se fecundó. Por lo tanto, todo tiene su historia. Generalmente nada surge de la noche a la mañana, hay una secuencia que ha operado progresivamente. Tanto por acción como por omisión se puede crear una cadena de consecuencias. A las mismas deben asumirlas quienes son responsables de las secuelas que producen. El alcance de la autoría debe ser amplio, si así amerita ser considerado. No basta con exigirle a unos y no hacerlo con otros, en el caso que corresponda. Hay responsables donde hay deberes que cumplir, enseña un principio ciudadano.
Hay que atreverse a llegar a la raíz de las causas que originan que se desencadenen cada una de las situaciones presentes; y también recordar y convocar a quienes alguna vez han sido los responsables de la expansión de esas raíces. No alcanza con enfocar a la razón en el hoy. Debe la misma recurrir a la memoria, y ejercitar su máxima capacidad. Entonces podrá asociar lo que pasa con lo que pasó y relacionar a los que eran responsables en ese tiempo y a los que lo son ahora. Hay que desentrañar la asociación temporal de la autoría expuesta en plural. Unos y otros deben identificarse, uno por uno para que respondan por lo que han hecho.
El razonamiento es capaz de producir conexiones causales y lógicas. Cada persona posee la facultad de apreciar y aprender de los hechos que vivencia; puede argumentar a través del lenguaje aquello que piensa, siente y experimenta. Expresarse ayuda a vincularse, a participar con otros, a ser protagonista junto a otros. El respeto a la razón se alimenta valorando los criterios con que se la vive. Y permitiéndose reflexionar sobre los argumentos que los demás realizan. La razón vive en el tiempo y el tiempo en la razón. Es que siempre hay un momento para el ejercicio de la razón.
El valor de los que se animan a decodificar los signos de lo que se oculta, y de lo que se manifiesta abiertamente ante los ojos de quienes viven en comunidad, es absolutamente necesario para modificar aquello que hace daño y que perdura haciéndolo. Las voluntades valerosas son las que utilizan la razón para mover a otras a que las acompañen y juntas lograr lo que de forma individual se tornaría remoto conquistar. Es posible lo que parecía inviable cuando lo valioso se tutela con transparencia y con la fuerza de las decisiones razonablemente tomadas.
Hay acciones que parecen que no han sido razonadas o que el ímpetu de su llegada ha impedido razón alguna y que solo prima lo emotivo del hacer, más no hay que olvidar que todo tiene su tiempo y las causas y efectos se van almacenando en la conciencia de los partícipes del florecer tempestivo. Es probable que vuelvan a suceder, y que se multipliquen a su manera en los sectores que ameriten su desembarco.
Las razones no admiten caprichos o mezquindades que privilegien intereses en desmedro de las causas fundadas en el progreso colectivo. Buscan hacer que se haga lo que antes no se hizo. Quieren una sociedad dispuesta a desenvolverse respetuosa e inteligentemente.