Por Felipe Goroso S.

Columnista

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Las crisis en sí mismas no son malas ni buenas, son eventos se diría casi usuales en todo gobierno. A la par de ser previsibles, son, casi siempre, evitables. Ahora bien, son los procesos y mecanismos de resolución de esas crisis las que hacen la diferencia.

El objetivo primordial de la Comunicación Política es lograr consensos. Estos son primordiales, ya que sin consensos generar gestión resulta un imposible. Y sin gestión, bueno, ustedes ya saben lo que pasa. Por el contrario, con gestión, todo fluye de manera óptima. Se genera fortaleza institucional y eso da volumen político a los liderazgos.

Esta bien podría ser la descripción de la coyuntura que estamos atravesando, que tiene al gobierno en medio de una crisis tras otra. Semanas atrás, el programa “La caja negra” exponía la firma del acuerdo con Texos Oil y hace siete días el Washington Post nos contaba todo lo referente a un negocio con PDVSA. Estos escándalos se han convertido en elementos disociantes en medio de un proceso que se está desarrollando para consolidar consensos tanto en el Poder Legislativo como en eventuales candidaturas para las próximas elecciones municipales. Los elementos disociantes no llegan solos, son generados e incluso potenciados justamente cuando se está en pleno proceso de consenso para cortar esa construcción.

Y en ese momento es cuando el consenso y quienes lo defienden deben hacerse fuertes y de manera estratégica y organizada identificar a esos elementos disociantes. Una vez identificados deben ser aislados y, por último, expulsados. En este punto no hay convivencia posible.

La política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, debe tener la suficiente capacidad para consolidar su herramienta principal: el consenso. Y los elementos disociantes no tienen lugar en ese escenario.

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