Por Jaime Egüez
Presidente del Club de Ejecutivos
Arrancar con una reflexión para dar el puntapié inicial del año no es tarea sencilla. Por lo que luego de analizar qué nos haría mucho bien como país y qué podemos poner en la agenda común de toda la ciudadanía, me concentraría en tratar de anular la cultura de la hipocresía que administramos como sociedad.
Esta dualidad de comportamientos se traduce en muchas de las limitaciones que nos autoimponemos, tales como el amiguismo complaciente, la permisividad ante los errores de cualquier tipo, el comportamiento interesado para un objetivo personal. Y son todas actitudes que asumimos con una enorme capacidad de ser hipócritas ante el resto. Hemos copiado por ósmosis la peor característica de nuestros representantes públicos.
En efecto, reproducimos la capacidad de tener doble discurso de acuerdo con la circunstancia, así como la capacidad de no presentar posiciones claras, contundentes, argumentadas y consistentes. Por esto nos dificulta enormemente avanzar en agendas públicas de bien común, agendas empresariales, agendas en la sociedad civil y desde luego agendas familiares.
Se manejan intereses, muchos coyunturales, casi todos negociables. O sea, no existen más posiciones sobre principios inmutables sobre valores no negociables. ¿La ley? ¿Para qué sirve la ley si no es para ser bastardeada por todos los segmentos de la sociedad? Todo es una gama de grises y ante esta situación ser hipócrita resulta parte del juego que usa la mayoría de nuestra sociedad sea cual fuere su posición social. Y esta particularidad es transversal a la sociedad, porque también muchos líderes en el sector privado administran sus acciones con una dosis importante de hipocresía en sus posiciones.
No existe claridad, no existe confrontación pública constructiva. Desde una familia, donde un padre en el noticiero explica a sus hijos lo nocivo de una actitud de soborno, para luego dos horas después, al ser demorado por un policía debido a una infracción, intenta sobornar al agente para evitar la multa. Desde una empresa, donde sus administradores hablan de lo mucho que se roban en las licitaciones, pero luego están dispuestos a beneficiar a un funcionario por un contrato.
No está bien absolutamente ser hipócritas. Nos hace mucho mal como sociedad tolerar la hipocresía y callarla. Debemos empujar y valorar posiciones claras y directas entre nosotros. Políticos, empresarios, periodistas, emprendedores, ciudadanos, todos juntos debemos reclamar el cese de la impunidad y a la vez exigir un freno concreto a los hipócritas. Si no tuviéramos autoridades hipócritas que dicen y hacen cosas opuestas, autoridades que de acuerdo con la situación del momento optan por sostener la vigencia del Estado de derecho, pero al mismo tiempo dejan que la injusticia reine en todas partes, el Paraguay ya estaría caminando la senda de ser también uno de los países con mejor clima de negocios y desarrollo del mundo.