Dentro de tres semanas –el domingo 6 de diciembre– se cumplirá un año desde que Alberto Fernández presentó su gabinete nacional. La fotografía de entonces solo podría recibir un epígrafe: “Racimo de sonrisas”. Tres meses más tarde, aquellas expresiones de alegría tornaron invisibles.

El uso de barbijos o tapabocas, como quieran llamarlos, se hizo obligatorio ante la irrupción –para nada inesperada ni sorpresiva– de la pandemia de SARS-CoV-2 que ya causó la muerte de más de 35 mil personas. Aquellas caras de satisfacción de entonces ya no existen. Como en el tango de Francisco Canaro y Manuel Romero: “¿Te acordás hermano, qué tiempos aquellos?” Imposible no hacerlo. Por entonces, la responsabilidad del “desastre que nos dejaron”, como lo expresara reiteradamente el presidente Fernández, era del gobierno anterior.

Para comenzar a resolverlo, Alberto F., con el objetivo claro y repetidamente expreso de “volver a poner al país de pie” y “poner plata en el bolsillo de la gente”, inició su gestión de gobierno. “¿Te acuerdas, hace justo un año?”, aún pregunta poéticamente Enrique Cadícamo. El último viernes el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) informó que la inflación de octubre último alcanzó 3,8%, respecto de setiembre precedente. En 12 meses, ese indicador creció 37,2%. Solo en lo que corre del 2020, 26,9%. Por su parte, el ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, en declaraciones radiales, confirmó que la pobreza alcanza casi al 47% de la población, pero reveló que “hay indicios claros de que la economía ha comenzado a moverse positivamente”.

Desastre económico heredado, pandemia y Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) desde el pasado 20 de marzo, que solo permite que desarrollen sus actividades trabajadoras y trabajadores esenciales, lo que implica un parate casi total en la economía argentina, es un cóctel demoledor. “La plata no alcanza”, es la expresión popular que más se escucha en todos los segmentos sociales. “Me sobran quince días al sueldo”, es la otra. “¿Dónde hay un mango, viejo Gómez?”, cantaba como nadie Tita Merello, aquella simpática ranchera que Ivo Pelay y Francisco Canaro compusieron en 1933, cuando la Argentina y su economía se encontraban en estado crítico. El ministro de Hacienda, Martín Guzmán, explora y procura soluciones.

El pasado 4 de agosto, se informó oficialmente un acuerdo con los tenedores privados de bonos del Tesoro argentino que permitirá a este país comenzar a honrar su deuda pública con esos inversores privados a partir del 2024. Bien ahí. Cuando Alberto F., si no es reelecto, ya no sea presidente. Ahora, la negociación es con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para refinanciar no menos de US$ 44.000 MM. Una misión de ese organismo multilateral ya se encuentra aquí no solo para observar la marcha de economía, sino para dialogar con todos los sectores involucrados. Guzmán recibió a la y los enviados –Julie Kozack, directora adjunta del departamento Hemisferio Occidental; Luis Cubeddu, jefe de misión para la Argentina, y Trevor Alleyne, representante residente en este país,– en su despacho.

Trascendió que la pretensión local es que el acuerdo stand by (SBA) que obtuvo del Fondo la administración anterior se convierta en un Fondo de Facilidades Extendidas (EFF) o en un Servicio Ampliado del FMI (SAF) con cuatro años y medios de gracia para comenzar a pagar. Si acuerdan, los pagos argentinos se iniciarían en el primer semestre del 2025. ¡Qué pague el que sigue! Pero, para que eventualmente el FMI accediera a esa propuesta la economía argentina –según coincidentes voceros gubernamentales que demandan reserva sobre sus identidades– “deberá aplicar políticas concretas que le den sustentabilidad”. ¿Ajuste? No. Sin embargo ya se informó que se reducirán las partidas financieras para la contención social de los sectores vulnerables; de fondos para que, especialmente las pymes (pequeñas y medianas empresas) paguen salarios; y, que se recalculará [a la baja] la fórmula para pagar jubilaciones, pensiones y otros beneficios. “La historia vuelve a repetirse”. Otra vez Cadícamo. Otra vez el tango. Pero, por lo que se sabe, el presidente es roquero y violero. Disfruta del Flaco Spinetta: “Para saber, como es la soledad”. En el 2021 habrá elecciones parlamentarias. Alberto F. y Cristina F. quieren triunfar. La gobernanza se los demanda. ¿Elecciones con ajuste? El panorama no es el mejor.

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