Por Carlos Mariano Nin

Columnista

Desde que tengo uso de razón papá siempre me lo recuerda: “no discutas de fútbol, política o religión con nadie”… generalmente las cosas no terminan bien.

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Con el tiempo aprendí a darle la razón y le fui sumando otros temas de los que mejor no hablar para que el debate no termine en insultos o peleas que no contribuyen a nada.

Hoy trato de elegir a mis interlocutores y lo hago con mucho cuidado, porque cada uno interpreta las cosas de acuerdo a su opinión o conveniencia.

Vivimos tiempos en los que todos somos expertos en algo, en lo que sea. No importa qué, no hay límites.

Los datos que nos hacen inteligentes están en la red, al alcance de una búsqueda.

Desde conocer los “pecados” de Dios a las “bendiciones” del diablo, de cómo fabricar una bomba, curar el cáncer o interpretar los designios de la humanidad. Para todo, GOOGLE tiene la solución y la magia de convertirnos en sabelotodos sin saber absolutamente nada.

Pocos se toman el tiempo de pensar y analizar. Todo está al alcance de INTERNET, sin análisis ni discusión.

Así, terminamos en dar por cierto cómo los reptilianos se preparan para conquistar el mundo, los viajeros del tiempo se repiten en el espacio, o asoma la idea de mundos paralelos o universos divididos en los que todos nos repetimos una y otra vez.

Y ojo con discutir.

Hoy, si no pensás igual que tu interlocutor, tú amigo pasa a ser tu enemigo. El debate se hace violento y las reacciones son impredecibles. Perdimos la sensibilidad y la coherencia para debatir dentro del respeto y la tolerancia.

Y no debe de ser así.

En toda discusión, cara a cara, en las redes, en grupo o en familia, siempre debe primar el respeto. Pensar diferente no nos hace enemigos, nos hace críticos y eso nos ayuda a construir nuestro carácter y nuestro pensamiento.

El debate es saludable y constructor. Si perdemos el discernimiento perdemos parte de nuestra libertad, pero es necesario discutir con cordura porque un poco de locura… ya tenemos todos.

La línea es delgada. Sin respeto ni paciencia caminamos en esa cuerda floja entre ser empáticos o antipáticos…

Pero claro, siempre lo digo, esa es, otra historia.

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