POR EL DR. MIGUEL ÁNGEL VELÁZQUEZ
Dr. Mime
“... Las palabras nacen solas y la música me ayuda para que hoy esté cantando, para que estemos cantando y se escuche para siempre nuestra voz...”, decía el genio de Juan Carlos Baglietto allá por los ochenta en su tema que se llama igual al título de mi columna de esta semana. Y es que, sin lugar a dudas, todos los que lean esta semana la columna habrán experimentado, aunque sea una vez en la vida, sensaciones únicas al escuchar su canción preferida. Esa que “te mueve la estantería”. Y es que la música presenta la capacidad de activar el circuito neuronal de recompensa del cerebro humano del cual hablamos aquí más de una vez, y que consigue alcanzar en la persona un estado de bienestar y felicidad que, en su manifestación más intensa, puede incluso provocar manifestaciones físicas. Sí, la música me ayuda... a tener escalofríos... “me da pirî”...
Hoy en día, con nuevos estudios publicados, sabemos que dichos escalofríos están relacionados con regiones cerebrales concretas. De hecho, cuando la música “toca las fibras más íntimas” por su carga emotiva o de recuerdos, en el cerebro se disparan las llamadas ondas Theta en la corteza orbitofrontal, el área motora suplementaria y el lóbulo temporal derecho. Estas regiones cerebrales, involucradas en el procesamiento de las emociones, el movimiento y los estímulos auditivos, activan de forma conjunta el centro de recompensa cerebral, así como la liberación de nuestro conocido “neurotransmisor del placer”, la dopamina, en respuesta a la música.
Es más que interesante saber cómo la música, que en principio parece no aportar ningún beneficio biológico al ser humano, produce una respuesta fisiológica en el organismo. Por eso se cree que la implicación de la dopamina, cuyas funciones van desde la motivación y el aprendizaje hasta el comportamiento y la actividad motora, sugiere un papel ancestral y esencial de la música, que requerirá de futuras investigaciones, pero que hoy nos tiende a demostrar el porqué la música siempre está presente en todas las culturas, ya sea para ir a trabajar con fuerza y vigor, a pelear con valentía y coraje o para amar con ternura y pasión.
Porque al fin y al cabo “... vivo por ella que me da noches de amor y libertad, si hubiese otra vida la vivo por ella también... ella se llama música, yo vivo por ella también...”, como canta Andrea Bocelli. Vivo DE LA CABEZA por la música. Nos leemos el otro sábado.