Por Emilio Daniel Agüero Esgaib
El ateo y pensador William Lecky, en su libro “Historia de la moral europea desde Augusto hasta Carlo Magno”, dice: “El carácter de Jesús no solo ha sido el parámetro más alto de la virtud sino el incentivo más fuerte, y ha ejercido una influencia tan poderosa que es una verdad afirmar que el simple registro de tres años de su vida ha hecho más para regenerar y ablandar a la humanidad que todos los comentarios de filósofos y todas las exhortaciones de los moralistas sin Dios”.
El Dr. F. F. Bruce, en respuesta a este comentario, dice: “Este hombre ni era un cristiano. Nosotros, los que vivimos en Occidente, coqueteamos con el peligro, pensamos que podemos desalojar a Dios y la cosmovisión judeocristiana y seguir viviendo como si nada, sin darnos cuenta de las implicaciones que significarán vivir sin esos parámetros”.
Un periodista del New York Times, en una entrevista con el Dr. Ravi Zacharias, le dijo: “Todos estos años en los programas escolares de nuestras más prestigiosas universidades de los EEUU, sean estas Harvard, Princeton o Yale, los profesores han enseñado a los estudiantes de negocios que la ética y la moral son relativas, y no nos dimos cuenta de que produjimos una generación de magnates de las finanzas que creen que la ética y la moral son relativas y, cuando comenzaron a vivir de esa manera, los metimos tras las rejas; y la verdad es que estamos encarcelándolos por creer a sus profesores. Entonces me pregunto: ¿No deberían también estar presos sus profesores que los formaron en esa línea? Es interesante ver cómo hablamos de nuestras ideas y no pensamos en sus ramificaciones”. (¿Por qué el único camino? (Parte 1) Ravi Zacharias).
La filosofía atea, si es que podemos llamarla de esa manera, está creando un daño inmenso a la sociedad, y sus resultados –que ya se están empezando a ver– serán mucho más evidentes aun en las décadas que siguen.
Lejos de esa visión meramente materialista, Jesús dijo que “no solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Con esta afirmación, lo que Jesús estaba diciendo es que el ser humano no es meramente materia, como afirman los evolucionistas, sino que es un ser esencialmente espiritual. Si fuera solo materia, solo necesitaría pan físico, pero Jesús dijo que “no solo de pan vivirá el hombre”. Para Cristo, nuestra vida trasciende la materia, no termina en ella, es trascendente.
Tenemos una imagen de Dios, y el hambre espiritual es parte fundamental del ser humano. Podemos tratar de sofocarla, acallarla con ideas, podemos dar los mejores argumentos, podemos salir a gritar a las calles y convencer a muchos de que no hay Dios, pero la verdad es que, aun así, millones de seres humanos buscarán un lugar de adoración, un lugar que dé sentido a sus vidas, aunque lo tengan todo.
El ser humano es el único que puede decir: “Tengo hambre de algo, no estoy lleno, tengo hambre y no sé cómo satisfacerla, tengo hambre de trascendencia”. Jesús llama a esa hambre “el hambre espiritual” y dijo en Juan 6.47-51: “…El que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida… que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo”. Por supuesto que estas palabras son espirituales y son una respuesta de Dios a esa hambre.