POR OLGA DIOS, olgadios@ gmail.com

“…y la lectura de ‘Los Miserables’, que en esos días de luto dejó de ser para él una novela y se transformó en otra cosa: un vademécum vital o filosófico, un libro oracular o sapiencial, un objeto de reflexión al que dar vueltas como un caleidoscopio infinitamente inteligente, un espejo y un hacha”.

Melchor Marín es el hijo de una prostituta. Su padre es una incógnita. Su adolescencia, un tránsito por prisión como camello de droga, donde le sucede algo trascendental: un recluso le presta un ejemplar de “Los Miserables”, de Víctor Hugo. Melchor se obsesionará con la historia de Jean Valjean; pero tendrá siempre una duplicidad que le hará ver al “verdadero bueno”, es decir, “al falso malo” de la novela en el antagonista, el Inspector Javert. Cuando su abogado le cuenta que su madre fue asesinada por unos clientes desconocidos, esa obsesión y la impotencia de que nadie se interese por el crimen lo llevarán a estudiar el tiempo que le queda por cumplir, para ingresar a la Academia de Policía. Él será Javert, él descubrirá a los asesinos de su madre. Pero un ataque terrorista en Barcelona lo convierte en el héroe de la prensa, y por su propia seguridad lo mandan un tiempo a la Terra Alta, una comarca fronteriza entre Cataluña y Aragón. Lo de temporal se quedará en palabras cuando Melchor se enamore de la bibliotecaria del pueblo, Olga, y entre relecturas de “Los Miserables”, y lecturas de “otras novelas del Siglo XIX escritas en el XX”, forjará con ella un amor, una vida, y tendrán una hija. Cosette, como la hija de Jean Valjean.

De repente, un crimen sacude a la Terra Alta. El matrimonio Adell, dueños de la empresa Gráficas Adell, ha sido brutalmente torturado y asesinado en su casa, así como su sirvienta rumana. Esta novela, que le valió a su autor el Premio Planeta 2019, hace de hecho un homenaje a las novelas del siglo XIX que tanto le gustan al personaje principal. Sí, es una novela policíaca; pero la investigación policial no es el corazón de la historia. Aunque resolver o no el asesinato de los Adell sea el hilo conductor de la trama, la esencia está en temas más profundos: la justicia y la injusticia, y la posibilidad de obtener o no justicia, igual que en Los miserables.

El otro “personaje principal” de esta novela es su ambiente: la Terra Alta. Ese pueblito en el que se libró una de las batallas más importantes de la Guerra Civil Española, una que ganaron todavía, al inicio, las tropas leales a la República: la Batalla del Ebro, y en la que se inspiraron canciones e historias. Desde entonces, en el pueblo no ha sucedido nada. El tiempo se detuvo en 1936, y no hay conversación que no derive en el Ebro. Hasta el crimen de los Adell parece exigirle volver a ese tiempo para encontrar sus causas y su culpable. Al igual que Javert, Melchor se obsesionará con descubrir este crimen, a un costo personal terrible. Y quizás, en ese camino, descubra que, a final de cuentas, es y siempre ha sido un Jean Valjean. Alguien a quien también: “…le ha acontecido todo lo que podía acontecerle. Todo lo ha sentido, todo lo ha sufrido, todo lo ha experimentado, todo lo ha soportado, todo lo ha perdido, todo lo ha llorado”.

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