Por Aníbal Saucedo Rodas
Periodista, docente y político
El periodismo tradicional no pudo eludir el impacto de la tecnología. Y tuvo que adaptarse y hasta prolongarse en su versión digital. Y en esa coexistencia forzada entre dos mundos, donde la velocidad es más importante que la verdad, la información perdió su rigor de análisis. Se juzga el momento sin el aval de la interpretación. En la avalancha de datos, lo nuevo termina sepultando la raíz del problema. Y lo nuevo, sin contexto y sin memoria, es reemplazado con la misma fugacidad con que llegó. Y esos vacíos que nadie tiene tiempo de investigar generan silencios convenientes o involuntarias mutilaciones de los hechos.
Quién asumirá en el Ministerio de Hacienda es la interrogante que traspasó el ámbito económico desde el pasado 7 de octubre. El mismo día en que se filtró la información de que el nuevo presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Mauricio J. Claver-Carone, recomendó al Directorio Ejecutivo designar a Benigno López como vicepresidente de Sectores y Conocimiento de ese organismo multilateral, por un período de tres años. O sea, hasta octubre del 2023.
Antes de la pandemia del coronavirus, el 2 de marzo de este año, el secretario general de la Presidencia de la República, Juan Ernesto Villamayor, anunciaba que el hermano de sangre materna del jefe de Estado sería candidato para presidir el BID. El 17 de junio, el entonces canciller nacional comunica que Paraguay apoyará al candidato de Donald Trump para el cargo en cuestión y quien, finalmente, fue electo.
Hasta aquí es un simple relato de hechos. Pero existe un detonante que pudo acelerar la salida de López del Ministerio de Hacienda. Una violenta disputa verbal, y en público, con otro secretario de Estado protegido del presidente de la República: Eduardo Petta. Fue el 23 de setiembre pasado, ante la Comisión Bicameral de Presupuesto del Congreso.
El ministro de Educación y Ciencias solicitó que se le repongan los fondos que fueron recortados por Hacienda, y que para ello había, supuestamente, un acuerdo previo entre ambas autoridades. Temperamentales y soberbios, los dos se acusan solapadamente de faltar a la verdad. López abandona abruptamente su exposición virtual alegando que tenía una reunión urgente en el Palacio de Gobierno. A Petta se le atraganta su respuesta y, ya en ausencia de su oponente, replicó que decir “no” es el papel que cumple “el dueño de la billetera”.
Es impensable creer que Benigno López no haya reclamado a su hermano por esta “deslealtad” de Eduardo Petta. Que, en el fondo, es una afrenta al propio presidente de la República puesto que es el Ejecutivo el que remite al Poder Legislativo el proyecto de ley del Presupuesto General de la Nación. Pero es igualmente impensable que el ministro de Educación no haya comunicado al señor Mario Abdo de sus intenciones de reclamos ante la Comisión Bicameral. O se va él o me voy yo, son expresiones fácilmente disparadas en situaciones de crispación. El mandatario, que en varias oportunidades ya demostró carecer de un liderazgo político firme, habrá buscado el punto medio para un arreglo que ninguno quería.
La idea de Petta es recuperar recursos destinados al escalafón docente, aumento salarial, entre otros, trasladando el financiamiento del almuerzo y los kits escolares al Fondo de Excelencia de la Educación y la Investigación (FEEI), cuyo Consejo de Administración está presidido por Benigno López.
Casualidad o no, dos representantes de la sociedad civil en el FEEI, Margarita Robinson de Kelly y el periodista Luis Bareiro, presentan sus renuncias el 1 de octubre, con una carta que un diario calificó como “demoledora contra Petta” y en la que se resalta que no existe “ninguna señal clara sobre cuál es la política pública de educación, si es que hay alguna”. Sobre este particular tema, otro medio editorializa: “Una renuncia que desnuda la grave crisis de la educación”, preguntándose “por qué el presidente Abdo Benítez lo sigue manteniendo (a Petta) ante un rechazo cada vez más creciente de distintos sectores de la comunidad educativa”.
Por el recuento cronológico de los sucesos, no es delirante pensar que ambas renuncias pudieran responder a un gesto de solidaridad con Benigno López y de censura a las actitudes sordas y personalistas del ministro de Educación, instando al gobierno de Abdo Benítez a dar un “golpe de timón” para evitar que el “esperanzador proyecto” –FEEI– se convierta en el “mayor fracaso de la era democrática”.
Bareiro, el 6 de octubre, arremete con dureza contra Petta y, sobre todo, contra Abdo Benítez por “mandar al mazo, a la mierda, por una obsesión personal por un tipo que ha destruido lo que pudo haber sido (…) una reforma educativa real”.
Tampoco es desatinada la probabilidad de que en ese tiempo de arrebatos el ministro de Hacienda haya gestionado su nombramiento como vicepresidente del Banco Interamericano de Desarrollo como una salida de este conflicto irreconciliable con su colega de Educación. Hugo Cáceres, funcionario del BID desde el 2005 y actual ministro secretario ejecutivo de la Unidad de Gestión de la Presidencia, pudo ser el vehículo para que tal propuesta se materialice.
En esta mezcla de hechos concretos e imaginación de lo oculto, ¿el Presidente eligió a Petta y dejó que se fuera Benigno? En el periodismo interpretativo, la conclusión es tarea del lector.