La semana argentina se iniciará el miércoles cuando comience el mes de julio. Ese día, en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) se volverá a la fase 1 en la desigual operación contra el covid-19.

“Hasta ahora, (el aislamiento) es el único remedio que conozco”, sostiene el presidente Alberto Fernández. Es verdad. No hay tratamiento ni vacuna. El mandatario cada dos días se expone ante la sociedad a través de entrevistas radiales y televisivas. También algún diario. Se lo percibe cansado. Es comprensible.

El primero de sus ocho semestres de mandato solo es SARS-CoV-2. El mandato popular –revertir la recesión que comenzó durante la administración anterior, contener la inflación, ordenar la deuda pública sin caer en default, atraer inversiones, generar puestos de trabajo, mejorar la situación de jubiladas y jubilados, facilitar el cierre de la grieta, entre las más urgentes–, para “poner a la Argentina de pie”, como él mismo lo expresó hasta el cansancio durante la campaña electoral, no ha comenzado a cumplirlo.

Es más, los indicadores con los que se mensuran esas variables, le son adversos. Lo que dos semanas atrás revelara la analista Mariel Fornoni, directora de la consultora Management & Fit, cuando afirmó que “Alberto está en caída” en las encuestas, por estas horas, coinciden en comunicarlo casi todos sus colegas. La pandemia no ayuda. Es cierto. El endurecimiento del aislamiento en el AMBA obligará al cierre de poco más de 300 mil comercios. Tampoco la sociedad quiere continuar encerrada. Hay claro agotamiento. Niños y niñas quieren que mamá y papá los lleven a pasear. Los adultos también lo desean. 

El neuropsiquiatra Pablo Bagnatti, médico especializado en neurología cognitiva y neuropsicología, en diálogo con este corresponsal, precisa que “el distanciamiento social, el confinamiento, las preocupaciones económicas y laborales, al igual que la incertidumbre personal, sobre nuestros seres queridos y acerca de las decisiones de quienes nos gobiernan, son factores que pueden generar momentos de ansiedad y angustia difíciles de manejar”.

Las estadísticas muestran que solo el 20% de la población no tiene síntomas de “ansiedad”. El 32%, da cuenta de “pánico” en distintas graduaciones. El 19%, “depresión” en diversas escalas; y, el 24%, tiene síntomas de “pérdida del sentido de la vida”. El 48%, cuando concurre a la consulta médica, admite tener “demasiada y bastante incertidumbre”. En ese contexto, los consultantes también manifiestan padecer “trastornos del sueño, en la sexualidad y vinculares”. Bagnatti señala que “la pandemia nos saca de la llamada zona de confort”.

La licenciada en Trabajo Social, María Cristina Álvarez, consultada acerca de los datos consignados, confirma que “son preocupantes” y puntualiza que “esas estadísticas dan cuenta de esas patologías en el segmento poblacional, que dispone de atención médica”, lo que sugiere que tales porcentajes pueden ser más altos en aquellos que solo pueden recurrir a la atención primaria de la salud, sin acceso a servicios especializados. El más reciente reporte oficial da cuenta de un total de 57.774 casos confirmados; 20.134 pacientes dados de alta; y, 1.217 fallecidos. De los casos declarados, 27.760 se verifican en la provincia de Buenos Aires, y 24.563, en la capital argentina. El informe incluye “13 casos existentes en las Islas Malvinas”. 

Al momento de la lectura de esta información, las cifras habrán cambiado. Para el ministro de Salud, Ginés González García, la estrategia para contener el covid-19 va por el camino correcto. El alto funcionario sostiene que, por esa gestión, “el mundo nos elogia”. Resalta que eso “habitualmente no sucede”, asegura que “somos uno de los países líderes en el mundo en cuanto a las políticas de lucha contra la pandemia” y, en términos comparativos, afirma que “Brasil, tuvo el primer caso un día antes que nosotros, no tomaron esas medidas y ahora están como están”.

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