Son varias las teorías que intentan explicar la violenta reacción de los ciudadanos norteamericanos por la muerte de George Floyd, ocurrida hace algunas semanas. ¿Por qué esta explosión de ira se dio ahora y no antes, puesto que no es el primer caso de brutalidad policiaca que acaba de una manera trágica?
Esa muerte tuvo trascendencia en todo el planeta, al punto de que hasta en las camisetas de los jugadores de fútbol aparece la leyenda “Black lives matter” (las vidas negras importan). Incluso hoy en Estados Unidos, a pesar de no haber quema de patrulleras y tiendas, la calma es tensa.
Hace unos días, el propio presidente, Donald Trump, advertía que los manifestantes “se encontrarán con una fuerza seria” si pretendían establecer una zona autónoma en Washington, y Twitter lo censuró. También amenazó –a través de su cuenta de más de 82 millones de seguidores– con 10 años de cárcel a las personas que actuaran como vándalos o destruyeran monumentos.
Este tipo de bravuconadas, sumadas a la pandemia, a la caída de la economía y a las protestas de reclamos sociales le están pasando la factura, puesto que según la encuesta de New York Times/Siena College, el ex vicepresidente Joe Biden le saca una ventaja de 14 puntos en la carrera presidencial, la mayor de este año. Si, hoy el 50% de los estadounidenses votarían por Biden y solo el 36% por Trump, publica el medio perfil.com.
¿Por qué la muerte de Floyd generó un estallido social de tal magnitud?
Unos dicen que se debe a la tecnología, que esta vez una persona tuvo la oportunidad de dejar constancia en un material audiovisual y contar con una prueba de la forma en que la Policía perpetró el crimen; sin embargo, esta teoría es refutada porque las redes están llenas de ese tipo de imágenes.
Otros argumentan que es el hartazgo de siglos de opresión, iniciada en la época en que se capturaban a los esclavos en África y los traían encadenados peor que animales y que continúa hoy cuando, por ejemplo, el gobierno anuncia grandes inversiones “de progreso” que finalmente benefician al entorno blanco de siempre y no a la población general y mucho menos a los afrodescendientes.
Otro sector culpa del estallido a la pandemia, que mantiene confinada a la población desde hace meses y que esta, en lugar de salir y “distraerse” con deportes o arte, permanece en el hogar siguiendo los medios de comunicación e interactuando con el exterior a través de las redes sociales.
La presión que sufren las personas por estar encerradas tanto tiempo, con miedo de salir y perder la vida a causa del covid-19, dejando de percibir recursos económicos, o peor, directamente quedando sin empleo, hace que tengan más tiempo de reflexionar sobre su condición individual de ciudadano, sus derechos robados por autoridades corruptas y juzgan a las instituciones que deberían protegerlas.
Por estas latitudes casi no hay negros, pero también la gente que no debería morir muere, víctimas de los “gatillo fácil”. Aquí al ciudadano también lo matan cada día cuando le roban el dinero invertido en un hospital que no existe o cuando anuncian licitaciones “de progreso”, para que las ganancias queden para los mismos amigos.
Hay políticos que hace décadas engordan sus cuentas bancarias a costas del Estado y hoy aparecen vergonzosas cifras en sus declaraciones juradas. También están aquellos que son “honestos” y que no les interesa nada más que enriquecerse, olvidando para qué fueron electos; otros con cinismo se autoproclaman “ser pueblo”, pero en su chequera esconden miles de millones de guaraníes en “patrimonio”. No millones, sino miles de millones.
Son insensibles cuando el Gobierno anuncia ayuda social, que es insuficiente o la reciben tarde; cuando pregona exoneraciones de los servicios básicos... pero envían cuentas sobrefacturadas; cuando engañan hablando de generosos créditos para reactivar la economía, pero que no llegan a las empresas.
Aquí como en el Norte, la gente siente la opresión del confinamiento y está nerviosa. Muchos George Floyd recorren las calles en busca de oportunidades y el peligro aumenta porque la cuarentena se extiende por dos semanas más. A padres y madres se les acaban las excusas por tener la heladera vacía. El hartazgo de que las cosas no funcionan como debieran crece y a veces escapa del mundo virtual de las redes sociales para convertirse en manifestaciones frente al Parlamento o en la Costanera.
Las voces repican como campanas: “El Presidente y su ministro nunca ven nada”... “preparan otro paquete para endeudar más al país”...
Los mensajes vuelan por el aire como chispas y brillan fugaces cuando se cruza la indignación social de una plataforma a otra, son como flashes que iluminan el rostro de los Floyd que están aquí, presentes. Hay demasiado hartazgo y nerviosismo y las bravuconadas ya no resultan como antes. Una chispa basta en la pandemia.