Ni los mejores “gurúes” pudieron predecir y atinar que esta pandemia nos haría repensar y replantear nuestra vida. Quién hubiese dicho que los abrazos, los besos o tan siquiera el contacto físico con nuestros padres estarían prohibidos en cuarentena. El individuo, aunque comprendió las medidas, se vio violentado en su intimidad. La libertad se ha tenido que reconfigurar... y nos cuestionamos entonces “yo no era tan libre había sido, pues el Gobierno puede prohibirme materializar mis afectos”.
Las evidencias médicas han demostrado que el distanciamiento social ha disminuido los contagios. Antes de continuar, aclaro que no es para nada mi intención cuestionar las decisiones médicas y la necesidad de las medidas. Pero ¿tenemos evidencia psicológica de cuánto esto ha afectado a los pequeños nietos que no han tenido la visita de sus abuelos por 3 meses? O de la abuelita viuda que no ha podido ser visitada por sus hijos en todo este tiempo. Y tampoco has visto a tu mejor amigo, no has podido darle un abrazo…
Sin duda alguna esto es un gran cambio, un cambio de paradigma social. El distanciamiento es muy duro, agota y deprime. ¡Y cómo extraño “el futuro”! Cuando le ganemos la batalla a este “bicho” volveremos al reencuentro, volveremos a hacer lo mismo de antes con algunos cambios.
Me han preguntado cómo veo la “nueva normalidad”. Y creo que no va a cambiar mucho luego de esto. O sea, cambios habrá por supuesto, pero no serán tan significantes una vez levantadas las restricciones de la cuarentena. ¿O usted dejará de ir a cenar con su esposa o amigos, o no se irá de vacaciones el próximo verano, o en su cumpleaños no invitará a todos los amigos de siempre?
Sí, hemos aprendido que nuestra libertad no solo llega hasta donde comienza la del otro, sino que la misma puede ser altamente regulada cuando las autoridades gubernamentales lo decidan. Y la libertad de trabajo también se vio temporariamente cerneada, al igual que el acceso a la alimentación, la libre movilidad y otros tantos derechos que han sido regulados.
Miguel de Cervantes decía: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.
Le estamos ganando la batalla al covid-19, estamos recuperando nuestra libertad, pero cuidémosla. Que no se convierta nuestra libertad en libertinaje. No quiero volver a la cuarentena total, pues si lo hacemos no solo habrá más gente pasando hambre, sino también personas con daños emocionales importantes.