“Duele decirlo, pero hay que decirlo”
- Por Pablo Alfredo Herken Krauer
- Analista de la economía
- Email: pherken@gmail.com
En abril del 2020 –el primer mes de la cuarentena total contra el coronavirus– de cada 100 dólares exportados, 73 dólares tuvieron un muy fuerte olor a campo o el sello originario agropecuario con calidad pura (soja en grano por ejemplo) y con algún que otro procesamiento industrial (carne, azúcar). Exportamos un total de 568 millones de dólares, con una caída de -51% con respecto a abril del 2019, o 588,6 millones de dólares menos. Es lo que vendimos al mundo: bienes, mercaderías, mercancías o productos. Las exportaciones con fuerte olor a campo sumaron 415 millones de dólares, que representan el 73% del total exportado en el mes. Simple: de 568 millones de dólares, 415 millones provinieron del campo, en forma pura o con algo de manufacturación como el aceite y la harina de soja. No es que la exportación del campo no haya disminuido en abril pasado con respecto a igual mes del 2019: -11% o 49,5 millones de dólares. Siendo la soja en grano el único producto que no cayó dentro de la familia del campo, con un aumento de 22% o 38 millones de dólares más, totalizando en abril último 208 millones de dólares o el 37% del total exportado, pese a la caída del precio internacional.
Se puede decir entonces con propiedad que en abril pasado nos salvó el campo en cuanto a lo que exportamos al exterior –vendemos al resto del mundo– para vivir, en parte muy importante con lo que tenemos que importar –comprar del resto del mundo–, y la producción agropecuaria pura o manufacturada (valor agregado en el procesamiento en fábricas) evitó que la fuerte caída del comercio exterior no se derrumbara cual catástrofe. Con un aporte del 73%, cuando en abril del 2019 su participación fue del 40%. La exportación de la denominada producción industrial o manufacturera sumó 30 millones de dólares o 5% del total con una disminución de -65%, 54 millones de dólares menos. En el sector de la maquila, las ventas bajaron -79%, o menos 40 millones de dólares. En abril del 2020, la exportación solo alcanzó 10,7 millones de dólares versus 50,5 millones de dólares en abril del año pasado.
Pero donde la caída fue dramática o catastrófica fue en el negocio de las reexportaciones o en el “comercio fronterizo”, una de las patas de la economía paraguaya, con juicio de valor o sin él. El mes pasado solo reexportamos 7 millones de dólares, cuando en igual mes del 2019 vendimos 315 millones de dólares; es decir, una disminución de -98% o 308 millones de dólares. Para otra comparación, en marzo del 2020 las reexportaciones sumaron 200,5 millones de dólares, con un promedio mensual en el primer trimestre del presente año de 259 millones de dólares. Con este terrible bajón del “comercio fronterizo” (Ciudad del Este como eje), su participación en el total exportado, que fue de 27,2% en abril del 2019, se achicó a 1,2%. Por 308 millones de dólares menos. Las exportaciones totales del país perdieron 588,6 millones de dólares.
El campo perdió 49,5 millones de dólares. ¿Qué hubiera pasado sin el campo? ¿Se escapó el precio del dólar? ¿Bajaron las reservas internacionales del Banco Central? ¿Faltó gasoil? ¿Hubo desabastecimiento en los supermercados? ¿Subió la inflación? Es un error centrar el análisis de cómo nos fue en abril pasado incorporando el desempeño mensual dentro del resultado global de los primeros cuatro meses del 2020 en comparación con los datos de igual lapso en el 2019. Hay que individualizar el mes de abril, ver cuál fue el desempeño en relación con igual mes del año pasado, y como complemento tomar también el comportamiento versus marzo pasado.
Algunos me dijeron: “Es una dependencia muy grande del campo, lo que no conviene”. Otros opinaron que “ningún país puede desarrollarse sobre una base de dependencia tan grande del campo”. Y no faltaron los que manifestaron que “al no tener una industria fuerte y tecnológicamente avanzada, nuestro país jamás despegará y se desarrollará, teniendo al campo solo como un salvavidas insuficiente”. Coincidí con ellos en la ausencia de un desarrollo de la industria “poderoso” y les pregunté si el campo era culpable de nuestra floja industrialización.
El campo hace lo suyo, ¿por qué el “resto” no lo hace? Todos indicaron que “hace falta una política de industrialización, un plan”, por eso no hay desarrollo industrial. ¿Y por qué el campo se ha desarrollado? Las condiciones del país lo permiten, dijeron. Sin ninguno de los consultados valorizando la producción del campo, más bien tomándolo como un “defecto económico”, algo que no tendría que tener tanta importancia, cuyos beneficios son dudosos para el conjunto de la economía paraguaya. Mi conclusión: menospreciamos la cantidad y la calidad del campo como consumo interno y para exportación. Lo cual es grave para un país que no tiene algo más importante que el campo y cuya producción se revaloriza a nivel mundial. Vivimos del campo, pero lo despreciamos. Was gesagt werden muss, muss gesagt werden. Duele decirlo, pero hay que decirlo. DDPHQD.