- Por Eduardo Pipo Dios
- Columnista
Se decía siempre que el mal endémico que sumía al país en el atraso era la corrupción, pero realmente esa corrupción tiene su origen en la impunidad, entonces deberíamos culpar a la impunidad, y a los responsables de esa impunidad, la Justicia y los políticos que la controlan.
Esta pequeña reflexión viene a raíz de la pandemia de fatos que han saltado con las compras justificadas por la pandemia del Covid-19. Se han visto, se ven y se seguirán viendo saltar los fatos de las autoridades de todos los niveles, desde el último municipio más pobre del país hasta los megafatos del gobierno central, las binacionales, entes descentralizados y demás. No tienen color, no tienen signo político, no tienen ideología, en fin, no tienen vergüenza.
La palabra más repetida por el Presidente es “transparencia” y realmente no hay transparencia porque sus hombres y mujeres de confianza fatean y roban en nuestras narices sin el menor empacho, y nos siguen hablando de honestidad.
No quiero poner en duda la honestidad de, por ejemplo, Mazzoleni, pero ha cometido el delito de omisión, y ha tenido que reconocer su incapacidad, entendible, no es un pecado ni un crimen hacerlo, para navegar en las pestilentes aguas de las compras públicas. Se ha dado cuenta de que no puede confiar ni en su sombra, que todo lo que le traen para firmar y autorizar tiene sombras de duda cuanto menos.
Lo peor es que los que sí están metidos hasta el karaku, como cómplices y hasta socios de los ladrones nos salen con el viejo discursito de “el Estado luego compra siempre más caro porque la burocracia y el tema de lo que tarda en pagar bla bla bla…” , cuando son ellos mismos los que amparados y fogoneando esa burocracia claman a los proveedores para que les pasen los precios inflados y así coimear a lo grande. El Estado “no sabe comprar”, es la excusa para robar, lo que el Estado no tiene es gente con ganas de hacer las cosas honradamente, ¿habrá alguna excepción a la regla? Puede ser, no creo que sobreviva mucho si insiste en eso, pero puede que haya alguno que sí quiera hacer las cosas bien.
Lo que sí es que mientras tengamos intendentes que se llenan la boca hablando de cambio y de honestidad y siguen comprando alimentos al doble del precio en “Autoservice Ña Chela”, en vez de hacerlo en un importador que gustoso le vendería por la mitad de precio esos volúmenes monstruosos, o haya software de oro que se compran por 3 o 4 veces lo que valen en el mercado, o compradores de tapabocas vencidos y trajes de bioseguridad que no protegen ni de la brisa del campo, no podemos seguir culpándole al “Estado” de ser torpe, cuando lo que sucede es que está manejado por “vivos”, “pillos y peajeros” como nos llamó un pensador contemporáneo sin sonrojarse mientras estaba tratando de cerrar “su negocio del siglo” en nuestras caras.