En días que todo el mundo se enteraba por medio de distintos informes internacionales “clásicos” de la peor caída económica de América Latina y el Caribe (ALC) desde el primer registro en 1900, como resultado del derrumbe de prácticamente todas las economías de los países miembros, en sus respectivos bloques regionales; y el clima de incertidumbre, nerviosismo y hasta desesperación iba ganando a los gobiernos por buscar y encontrar fondos para respaldar sus políticas de defensa contra la pandemia del coronavirus y de la recesión –de ser posible en cash o efectivo para mayor seguridad–, el jueves 23 Paraguay colocaba en los mercados financieros internacionales sus bonos soberanos por 1.000 millones de dólares (nos compraron), a diez años, a una tasa de interés del 4,95% y con una demanda (lo que querían comprar) de casi 7.300 millones de dólares. Operación exitosa y excelente por donde se la mire, espectacular según muchos, brillante según no pocos, en el momento justo, con gran sentido de oportunidad.
Nada improvisado, nada fortuito. Todo bien preparado. Un día antes del viernes negro en Brasil y Argentina con el dólar escapándose que contagia de dudas el presente y futuro de dos de las tres grandes economías latinoamericanas. En la región analistas se expresaban y preguntaban: “Qué huevos tienen los paraguayos, qué bien respondieron los mercados, qué hábiles para cambiar de fuente de financiamiento en su combo de recursos ganando seguridad y tranquilidad porque ese dinero llega directamente en muy pocos días a la alcancía a diferencia de otros como el de los organismos multilaterales, el World Bank, el BID, la CAF o Banco de Desarrollo, el FMI, que se toman su tiempo para el desembolso de sus préstamos ya habilitados, concretados y en negociación (un mínimo de 1.200 millones de dólares), y ¿cómo lo hicieron, qué es lo que Paraguay tiene? Respuesta: “Nuestros buenos antecedentes ayudaron” (ministro de Hacienda, Benigno López). Un mil millón de dólares en la mano. De taquito.
Mientras los de afuera aplaudían, elogiaban y hasta envidiaban, nosotros los paraguayos de adentro, en mayoría escupíamos sobre la comida. Fue casi salvaje y muy destructivo el ataque del miembros del equipo que desde el 2015 vienen intentando adueñarse del Banco Central para convertirlo en un instrumento del Gobierno-Estado-Grupo Empresarial con el objetivo de transformarlo en un “banco desarrollista” usando las reservas internacionales “al servicio de la Patria”. Uno de sus cabecillas pronosticaba con seguridad “absoluta e indiscutible” a mediados del 2015 (año difícil) que nuestra economía se caía en tres meses. ¡Tres meses! Y no es economista.
Fui testigo de dicha profecía con el aplauso total aprobatorio de la concurrencia. Es que más que nada querían que la economía paraguaya se cayera, como fiel reflejo de esa histórica característica paraguaya: el espíritu destructivo. Ese mismo cabecilla repetía a latigazos que “nuestra macroeconomía es de utilería”, casi de baratijas, sin base sólida, de morondanga, es decir, sin valor real. Ese mismo cabecilla destila permanentemente un odio enfermizo hacia el productor de soja, o más bien al sojero maldito. Ese mismo cabecilla al enterarse de la colocación de los bonos soberanos dijo que era una barbaridad o locura y que el mundo la desaprobaba, porque se sumaba a los 1.700 millones de dólares de endeudamiento que como tope establecía la Ley de Emergencia, repitiendo su profecía del mal: “Vamos en dirección a la Argentina”.
Qué curioso, donde el Banco Central casi siempre fue “desarrollista” prisionero del Gobierno-Estado-Grupo Empresarial. Algo cambió en la mentalidad destructiva de dicho cabecilla cuando se le informó que los 1.000 millones de dólares conseguidos vía bonos soberanos se encuadraba perfectamente dentro del techo de endeudamiento legalmente establecido y que sólo se hizo un cambio de fuentes en el abanico de posibilidades (Artículo 33 Ley 6524). De las varias ventas abiertas para conseguir dinero para salir lo mejor parados de esta econovirus se optó inteligentemente por la más rápida y segura. ¿Desaprobación del mundo? ¿Dónde y cuándo? Contamos con el asesoramiento y apoyo de un modesto Equipo: Goldman Sachs, Citibank, Itaúbba y Santander. Y ninguna calificadora de riesgo-país se opuso “aconsejando” no comprar los bonos paraguayos, pese a los antipatriotas de siempre, como en aquel marzo del 2017.
A este grupo frustrado en sus intenciones desde del 2015, se suma otro, que critica el excesivo endeudamiento de los últimos años que compromete el futuro del país, que podría reemplazarse este año por el uso de las reservas internacionales del BCP para “fondos de garantía” para préstamos a las empresas (no está previsto en la ley), o por el no pago del servicio de la deuda este año (unos 700 millones de dólares), o por la suba de impuestos (a los sojeros malditos en especial), o por la emisión de bonos de Itaipú. ¿Creen ustedes que lo del jueves hubiese sido un éxito habiendo tocado antes nuestras reservas internacionales o jugando a lo Argentina suspendiendo temporalmente el pago de la deuda? (Ojo: Argentina no tiene otra salida, pero lejos estamos de ser Argentina).
Vale la pena recordar la posición del candidato Mario Abdo en las internas coloradas, criticando la emisión de bonos soberanos, viéndola como algo “malo” que él buscaría evitar, aunque se vería obligado a continuar forzadamente cual rueda que no se puede parar, y que apostaría mucho más a los préstamos de los organismos financieros multilaterales, subiendo el nivel de ejecución. Nivel que en verdad pasó del 30% al casi 40% con la administración cartista y que volvió a bajar hoy al 31%. El mayor endeudamiento es inevitable. Hacerlo bien es fundamental. Hoy, haciendo cálculos rápidos, tendríamos una deuda pública total de 10.863 millones de dólares con un peso del 28,5% en el tamaño de la economía.
La emisión de bonos soberanos suma 5.360 millones de dólares o casi 50% del total. Y el Gobierno actual colocó 1.950 millones de dólares. Y el Banco Central tiene reservas internacionales por 8.629,3 millones de dólares. El promedio de deuda pública/PIB en los Gobiernos Centrales de América Latina y el Caribe (ALC) se ubicó en 44,8% el año pasado. Paraguay tenía el menor nivel de endeudamiento. Construir en Paraguay no es fácil, destruirlo es casi una causa nacional. Está en nuestra historia. “Ladran Sancho, señal que cabalgamos”. Duele decirlo pero hay que decirlo. DDPHQD