Jorge Bernardes Mengual, Director del Club de Ejecutivos
No me quiero poner en los zapatos del Gobierno en este momento. Pues tiene la enorme responsabilidad de tomar decisiones muy difíciles y complejas a cada minuto. Decisiones que, conforme a nuestra costumbre, contarán con la aceptación de muchísima gente y otra mucha las cuestionará. Todos discutiendo sobre la importancia de la vida y al mismo tiempo sobre la crisis económica del país, la que se agrava cada día que pasa.
Ningún país está preparado para una pavorosa guerra como la que enfrentamos hoy con incertidumbre en el mundo entero, y mucho menos el nuestro.
Pareciera que estamos pagando una costosa factura por haber venido siendo un país muy informal e irracional. Por décadas, nuestros gobiernos han malgastado el dinero público a través de la corrupción, sobrefacturaciones, clientelismo, desidia, incompetencia. Así siempre hemos postergado y nunca priorizamos e invertimos como corresponde en salud, educación e infraestructura.
Por más esfuerzo que el ministro Julio Mazzoleni y su equipo están haciendo es imposible que en semanas se pueda hacer lo que no se hizo en décadas. No contamos con la infraestructura necesaria para hacer frente al COVID-19. Y eso es una cruda realidad, ya que nos faltan camas de terapia intensiva, respiradores y otros equipos. Asimismo, no tenemos suficiente personal calificado, y suficientes hospitales. La cuarentena total se debería extender por meses, sobre todo si tenemos que seguir esperando que el Ministerio de Salud se prepare adecuadamente. Es el costo extraordinario que hoy tenemos que pagar todos nosotros.
Por supuesto que tenemos motivos para culpar y maldecir al coronavirus. Pero aparte de todo el sufrimiento que nos causa hoy nos está trayendo también una grandiosa oportunidad. La misma que se manifiesta en el despertar general de toda la ciudadanía, donde todos estamos tomando conciencia y nunca hemos exigido con tanta vehemencia al Gobierno y al Congreso Nacional el tratamiento impostergable de la reforma del Estado. Ello, para que se racionalice de forma permanente los gastos públicos, se eliminen los privilegios, se recorten los gastos superfluos. Y para que se contrate solo a profesionales idóneos, se exija un mejor manejo de los royalties de las binacionales. En fin, para que se mejore el gasto público en su totalidad en bien de todos los paraguayos.
Yo no pierdo la esperanza y sigo soñando en un Paraguay próspero, justo y trasparente, donde todos podamos sentirnos orgullosos. Un renacer nos espera. Todavía estamos a tiempo y este virus en vez de traernos solo dolor también nos podrá dejar un país mejor. A ese efecto, cada uno de nosotros y todos debemos hacer el esfuerzo imprescindible para salir adelante y construir solidariamente la nación de exponencial progreso y de bienestar general que nos merecemos. Y podemos.