• Por Eduardo “Pipó” Dios
  • Columnista

El funcionamiento del Estado, del aparato del Estado, el sector público, es financiado de alguna u otra manera por el sector privado.

Ya sea en forma de impuestos o tasas, retenciones, compra de servicios generados por el Estado, es decir energía eléctrica, agua potable, etc.

El Estado no está para generar lucro, las empresas públicas o semipúblicas, o las binacionales, deben generar servicios esenciales para los ciudadanos a cambio de que este pague su funcionamiento.

Bien manejado, esto debería hacer que tengamos un excelente servicio eléctrico, de agua potable, cloacas, desagües pluviales, calles en buen estado, hospitales públicos decentes, transporte, seguridad, etc.

Pero ninguna de esas cosas funciona bien en nuestro país. Ninguna.

Las binacionales, por ejemplo, tienen el personal más caro del planeta en proporción a la realidad del país. Un chofer gana más que el gerente de un banco privado, una secretaria más que una médica especializada en el exterior, y así. Sobran los vergonzosos ejemplos, y eso sin entrar en los consejos y los directores y cargos superiores, donde algunos políticos, que apenas hablan mal el castellano y conocen solo dos de las operaciones matemáticas básicas, sumar y multiplicar (su patrimonio personal), ganan montos idénticos a un ejecutivo sénior de un alto cargo en una multinacional y que en nuestra realidad económica le permite vivir como un multimillonario europeo. Con todo esto, son ineficientes, puesto que el despilfarro que realizan sus sucesivos administradores ha evitado que se puedan montar las redes de distribución para llegar de manera adecuada y económica a los ciudadanos, los verdaderos propietarios.

La gran bolaterapia es la de “si no usamos en sueldos los argentinos o los brasileños van a llevar la diferencia”, nambrena. O sea es lo mismo que si en tu microempresa que tenés con tu primo se asignen un salario de 10 millones cada uno y que, a la hora de cobrar, tu primo Gualberto decida que en vez de cobrar 10, va a cobrar 5 nomás y el resto le va a regalar al Hospital de Clínicas, y vos le digas: “Ah no, o cobrás y gastás en vos o llevo la mitad para mí”. Los presidentes de cada país dueño, las famosas Altas Partes, pueden acordar lo que quieran, es decir, si Marito le dice a Alberto Fernández “de los 7 palos verdes por mes, 3,5 nomás uso para sueldo y el otro voy a llevar al presupuesto de salud”, Alberto no le va a decir que no, lo más probable es que, con el quilombo que tiene, haga lo mismo.

Suceden cosas similares en el BCP, en la Corte Suprema de Justicia, en entes públicos, gente que vegetando y apadrinándose con cuanto gobierno de turno hubo llegó a antigüedades de 20 o 25 años y con los sucesivos reajustes ganan arriba de los 50 millones de guaraníes, más varios aguinaldos, premios vaya a saber por qué, asignaciones alimenticias, ayudas escolares, seguros médicos privados, ayudas vacacionales y todo tipo de rubros que ruborizan al más desvergonzado. Hay algunos que sin función ganan más de 100 millones mensuales y están allí, calladitos, rascándose las que sabemos.

Es hora de mejorar el gasto público ya. Decía un médico el otro día que las grandes crisis generan muchas veces cambios positivos. Esta desgracia llamada COVID-19 debería ser un punto de inflexión para que de una vez por todas se termine la joda.

Topes salariales que deberían ser, incluso, menores al sueldo del presidente de la República, pagar lo que realmente vale el trabajo que realiza el funcionario, su utilidad, el riesgo que asume, la responsabilidad real que tiene. La meritocracia tan mentada. Y si luego de unos años, cree que debe ganar más que el tope, pues que salga a la calle, al sector privado a pelearla. Basta de “carreras” de recategorizaciones.

Sin embargo, hay voces, interesadas, cómo no, planteando subir impuestos. Otra vez el sector productivo debe pagar la factura de la fiesta pública. ¿Que hay que aumentar algunos impuestos a sectores que ganan mucho? Probablemente.

¿Pero con qué cara un Estado que se pasa malversando la plata que ya le da el sector privado puede exigirle un centavo más a alguien? Es como que en mi casa trabajen tres, cada uno aporte la mitad de su sueldo para mantener la casa, yo sea el administrador, me gaste la mitad del dinero que me dan en el casino y en fiestas y después les exija más plata a mis aportantes porque no alcanza para la luz y la comida de todos los días.

Basta, o el Estado se ordena y gasta bien o esto explota.

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