- Por Felipe Goroso S.
- Columnista.
- Twitter: @FelipeGoroso
En 1971, el Premio Nobel de Economía Herbert Simon formuló la teoría de la economía de la atención, que podría resumirse en esta frase: “La abundancia de la información da lugar a la pobreza de la atención”. Posteriormente, Michael H. Goldhaber, físico teórico norteamericano, publicó en 1997 en la revista digital First Monday un artículo titulado: “La economía de la atención: la economía natural de la red”, en el que revisaba lo dicho por Herbert Simon.
En una de las conclusiones finales de este artículo, Goldhaber pronosticaba ya el acceso masivo a la red. Ante el incremento exponencial de mensajes cobra aún más valor la captación de la atención, “una riqueza perdurable”, en palabras de Goldhaber. Lo hacía en referencia al amplio mundo del internet; sin embargo, estoy seguro de que podemos trasladar todos estos elementos a la comunicación política más allá de la plataforma en la que se desarrolle; esto es, incluir a los medios tradicionales.
Traigo a colación esta introducción a propósito de la crisis del COVID-19 en la que está navegando el Gobierno en estos momentos. El eje y líneas discursivas desplegadas hasta el momento son, en general, oportunas y convenientes. Podría decirse, sin demasiado margen de error, que desde el día que asumió la administración es la primera vez que logra una de las principales características que deben tener todos los gobiernos: buscar, construir y lograr consensos. La estrategia, en frío y expuesta en un Prezi en una reunión de gabinete, está desplegada. Ahora bien, el elemento a cuidar es el elemento más sensible a la hora de desplegar cualquier estrategia: cuando se pasa de una fría presentación y la misma debe hacerse carne en una serie de voceros.
El incidente desarrollado esta semana, que tuvo como protagonista al jefe de Gabinete, Juan Ernesto Villamayor, y que implicó un enorme elemento distractor en todo el eje y líneas discursivas desplegadas por el Gobierno, no puede más que hacernos recordar lo inmensamente rico que es aquel que logra captar la atención de aquellos a quienes dirige su mensaje.
El Gobierno tiene que luchar con una disciplina prusiana por mantener esa atención, acto seguido, viene la confianza. Y ese también es uno de los tesoros más preciados en estos tiempos con abundancia de información y que da lugar a la pobreza de la atención, al decir de Simon. El momento exige la mayor seriedad y uniformidad en la comunicación gubernamental. Y de la política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, que aporte la menor cantidad posible de elementos distractores. Ya volverán los momentos en los cuales reinen los disensos. Estoy seguro.