- Por Augusto Dos Santos
- Analista
Claramente el Gobierno no tiene la culpa de la aparición del coronavirus en el Paraguay. Claramente no lo tiene tampoco en la existencia del dengue o el sarampión. Pero claramente tiene una responsabilidad directa en combatir su expansión.
Cuestiono las estrategias de diversos gobiernos que ponen a sus ministros de Salud a transmitir la mala nueva de cada día mediante una conferencia de prensa.
Al ser como es, el máximo representante de la salud, lo que el ministro tendría que hacer es encabezar la gran cruzada preventiva nacional y recorrer los departamentos y las ciudades con tal cruzada en la que científicos, médicos, payasos, jugadores de fútbol y hasta periodistas podrían estar enseñando cosas que todos deberíamos saber sobre cómo evitar la expansión del dengue.
Para las comunicaciones sobre un enfermo más o un enfermo menos hay media docena de viceministros que pueden sentarse a dar el dato.
Es cuestionable –reitero– el hábito (en diversos gobiernos) del Ministerio de Salud de usar las conferencias de prensa como parche mediático –perfectamente inservible– solo porque algún iluminado o iluminada dijo alguna vez a algún ministro o ministra que es muy genial que aparezca en las fotos de los diarios aunque se esté calcinando.
El ministro es el representante de las políticas públicas de salud del presidente de la República. Su rol debe ser, en las crisis, tremendamente proactivo.
Su misión es encabezar una guerra, ser un general que recorre el territorio organizando las divisiones y controlando que en cada hospital y en cada gobierno local y regional se estén cumpliendo los recaudos. Su misión es representar el relato sobre cómo triunfar sobreponiéndonos a la epidemia y nunca sobre cómo la epidemia nos está ganando la guerra. Ese es el punto que no se entiende.
La que se viene puede ser difícil.
Si se llegara a expandir será complicado. No necesitamos burócratas, sino gerentes de campo ahora mismo. Necesitamos que se sienta la presión del Gobierno en todas partes para que los ciudadanos sepan la importancia de cumplir con el protocolo y los agentes de salud sepan que no tiene que dormir la siesta del burócrata.
No estaría mal, eso sí, que el Presidente prepare un mensaje a la Nación con carácter y determinación advirtiendo sobre que no se trata ya de un asunto de los individuos, sino un problema colectivo, otro punto flojo de nuestra cultura.