- Por Augusto Dos Santos
- Analista
El episodio cómico del ministro Petta al ensayar su teoría sobre la corrección de errores en el texto escolar –tratando de vender con cierta seriedad su hilarante teoría y encima poniendo una cara de Arthur Rubinstein al momento de interpretar “Los nocturnos”, de Frédéric Chopin– puede ser antológico por su histrionismo y solamente rivalizado por Mr. Bean en alguna escena sobre cómo comer langostas en una cena elegante.
Esta escena fantástica me recordó la historia del tristemente célebre “maestro tavy” que en una clase dijo:
-Niños, hoy vamos a estudiar el Sol, abran sus libros en la página 49. Luego hace una pausa, se concentra en el texto, pide silencio a su clase y sigue diciendo: -Niños, el libro tiene un error, dice que “el Sol tiene helio en su composición”, corrijan por favor, ¡seguro que quisieron decir hielo!”.
Es un chiste aún peor que un libro escolar con errores ortográficos el encarar un plan de políticas públicas de educación sin expertos en educación, sin la universidad, sin los mejores pensamientos de un país.
La mala educación y la epidemia del dengue tienen algo en común: ambas son fruto de políticas y personas inadecuadas, de abordajes inapropiados y de una cultura divorciada del objetivo.
Todo lo que tenemos que hacer para evitar la convivencia con el dengue es despejar la mugre de la República. A las autoridades no se les cae una idea sobre cómo hacerlo porque se niegan a encarar el plan cultural, el único.
Lo mismo pasa con la educación. Pocas veces vimos a personas tan inadecuadas para un cargo tan específico. Petta es apenas un botón de muestra. Hay asesores, burócratas, especialistas y maestros que todavía creen que helio es solo hielo mal escrito. Ante esta acumulación tan importante de inapropiados para ejercer una tarea tan específica no nos sirve el solitario esfuerzo del Sr. Robert Cano, quien días atrás, sentado en una mesa con un químico de apellido Grifith que parece que también es viceministro, trataba de explicar razones interesantes desde el cono de un volcán en erupción; sitio complicado para explicar razones interesantes.
Todo tiene relación con el doble discurso que vive y reina. En verdad un peón político sin preparación para las artes educativas y pedagógicas no tiene otro objetivo que sostener y quizás duplicar la apuesta de politización educativa a la hora de la verdad, hora que probablemente no ha llegado aún.
Solo basta recordar la parodia de la persecución de “planilleros” que evidenció un episodio más de la vieja praxis de la política paraguaya: saco los tuyos para poner los míos y lo revisto con un discurso de cruzada nacional.
Es hora de calmarse.
De volver a mirar el futuro. De volver a apostar al 2023, de volver a creer que deben estar por allí los que promoverán el cambio; a ver si esa vez, por fin, llegará el líder más importante que necesita este país, que no es el presidente, es una autoridad educativa con la luz, la voluntad y la fuerza de cambiar lo que jamás cambió.
Es un compromiso de la comunidad nacional el buscar a ese hombre, a esa mujer o a ese equipo y que ya generen ideas que pudieran asumir los partidos políticos que peleen la Presidencia en los próximos comicios.
Paremos con los “Ñandejára taxi”. Nos están “asiendo” muy mal.