EL PODER DE LA CONCIENCIA
- Por Alex Noguera
- Periodista
- alexnoguera230@gmail.com
Finalmente el jueves la Organización Mundial de la Salud declaró la emergencia internacional ante la epidemia de coronavirus. El número de infectados y de muertos crece y, aunque desde China pregonan que no hay que entrar en pánico, las cosas no están tan controladas como pretenden.
Por más que se endurezca el sistema en migración de personas, el virus ya salió de Wuhan y está esparcido por una veintena de países. El problema no está en China, que tiene la capacidad de construir dos hospitales en 15 días, sino en regiones en vías de desarrollo en las que el sistema sanitario es deficiente.
Con la actual proyección de más de 105.000 casos sospechosos en todo el mundo, la pregunta no sería si llegará a Paraguay, sino cuándo. Y a pesar de que deberíamos estar tranquilos porque la OMS aseguró que nuestro país “aplica correctamente el protocolo para detección de coronavirus”, la verdad es que nos conocemos y el paraguayo ni siquiera limpia su casa para combatir los criaderos del aedes.
El paraguayo habla demasiado, siempre está dispuesto para dar consejos, para indicar cómo los demás deben hacer las cosas, para criticar, para insultar. Un ejemplo es la palabra “puerco”, que esta semana estuvo de moda en boca de todos.
Fue como si al pronunciar ese sustantivo adjetivado (que se refiere a las personas que “no limpian su patio”) el vocero se hiciera merecedor de recibir todos los premios y aplausos del universo. Y en realidad, el efecto es contraproducente. Una persona al ser insultada se empaca más y no limpia como “venganza” y así la cadena de vicio se multiplica.
El paraguayo sabe que no tiene que tirar los papeles por la ventanilla, pero lo hace. Sabe que no tiene que arrojar la basura a la calle, pero espera el raudal para hacer navegar su “barquito”. Sabe que tiene que vaciar su pileta, pero se olvida siempre.
Demasiadas palabras y pocos hechos. La virtud está de vacaciones y la mentira hace horas extras.
Para el paraguayo, la solución contra el dengue es echarse un generoso chorro de repelente “por las dudas”... hasta que llegue el invierno, para que mate a todos los mosquitos. Es el pensamiento de muchos; sin embargo, hay detalles concretos que se pasan por alto. Y no me refiero al brebaje de la hoja de mamón... en la mayor epidemia de dengue de la historia del Paraguay.
La campaña de concientización para limpiar los patios y baldíos es una gran iniciativa, pero parece que falta algo porque el entusiasmo en los dueños de inmuebles no prende. ¿Por qué? Olvidando el hecho de haberles tildado de “puercos”, hay otras cosas que faltan.
Por ejemplo, no porque se diga límpiese el lote y el lote se limpia solo. No. El báculo de Moisés que abriera el mar Rojo ya no tiene pilas en el siglo XXI. Hoy el tipo de la desmalezadora cobra al menos 250.000 guaraníes por un terreno de 12x30.
Encima hay que llamarles mil veces para que vengan, porque por estas fechas están muy solicitados, puesto que nadie quiere pagar las multas con las que las autoridades amenazan a los “puercos”.
Precisamente estas autoridades deben indicar el camino y no solo darle click al bastón mágico que ya no funciona. Es decir, los del Ministerio de Salud siguen instando a que toda la población acuda a los hospitales cuando presente algún síntoma, sin embargo las salas de espera no dan abasto ni están preparadas para recibir a tanta gente. Y menos mal que es dengue, porque si fuera coronavirus sería de terror.
También las autoridades de las municipalidades deben ofrecer servicios de recolección de malezas en esta época de crisis. ¿Qué puede hacer con los yuyos cortados una persona que pagó por la limpieza? No puede meter en cien bolsas esa basura porque el camión recolector simplemente va a pasar de largo.
Tampoco puede formar montoncitos y quemarlos porque está prohibido. Entonces, si no puede disponer de los residuos ni quemarlos, ¿qué puede hacer?
Es fácil criticar, es fácil comprar desmalezadoras con recursos del Estado y hacer campañas, es fácil amenazar con multas, es fácil hablar. Las palabras son gratis. Pero las autoridades deberían tener más empatía e inteligencia. Ellas no entienden por qué no se acatan las instrucciones, que son tan lógicas. Tal vez solo hablan como buenos políticos, pero no ofrecen soluciones reales.
Si ni siquiera podemos contra el dengue, ¿qué sería de nosotros con el coronavirus? ¿Quién podrá defendernos, si el Chapulín Colorado ya es historia?