Por Dr. Miguel Ángel Velázquez (Dr. Mime)

Quienes vieron “Memento”, una película de suspenso del año 2001, recordarán al personaje de Lenny, quien había sufrido una lesión cerebral que le impedía recordar sucesos por más de un minuto. Esto es lo que se conoce como amnesia anterógrada y los que la padecen pueden recordar sucesos anteriores a su lesión pero nada después de haberse producido el daño, como si su historia acabase cuando sucedió el evento que les causo el daño. Lenny tenía un daño en el hipocampo, esa estructura cerebral similar a un caballito de mar, cuya importancia para la memoria es clave.

Hoy sabemos que el hipocampo y la zona cerebral que lo rodea no solo guardan hechos relacionados a la memoria, sino que también pueden ayudarnos a ubicarnos en el espacio, lo que se conoce como memoria cartográfica. De hecho, un grupo de células en dicha zona y que fueron descubiertas hace pocos años, denominadas “células reticulares” o “grid cells”, por su nombre en ingles, cumplen dicha función. Estas células captan los movimientos de la persona en su entorno y lo memorizan, proyectando cada neurona reticular en el espacio que le rodea algo así como un triángulo, el cual, cuando la persona se mueve a su vértice (y estas células lo perciben), lanzan una señal excitatoria de alerta cuando la persona se acerca a cada uno de esos vértices, como si de un GPS unido a un sensor de choque se activara. Es así que cuando la persona se mueve, un grupo de neuronas reticulares se activa, registrando así el movimiento de la persona y su trayectoria.

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Pero lo llamativo de estas células reticulares es que con su ayuda, el hipocampo crea el entorno físico que facilita el almacenamiento de lo que conocemos como memoria autobiográfica. Dicho de otra manera: al ubicarnos en el espacio, las células reticulares y el hipocampo facilitan nuestro aprendizaje y nuestra memoria. Por eso, no está nada mal implementar clases o charlas con soporte físico de movimiento, lo cual ayudaría a la fijación de conceptos por este mecanismo. Y es que al recordar un suceso, recordamos también el contexto espaciotemporal en el que sucedió. Es por eso que lugares nos traen recuerdos o recordamos sitios que nos han ayudado a aprender algo en la vida, como el lugar de nuestro primer beso o donde nos dieron la primera paliza en un “mano a mano”.

Hoy sabemos que las células reticulares permiten que el cerebro actualice constantemente su localización física en un mapa cognitivo interior mediante un registro de los propios movimientos. Eso explica también cómo nos orientamos en una pieza oscura con ayuda de la memoria cartográfica, evitando las patas de la cama, elemento que, según no la Neurociencia, sino la experiencia, nos dice que solamente está allí para probar la resistencia de nuestro dedo pequeño del pie.

Y hoy también sabemos que las células reticulares retransmiten al hipocampo esta información cartográfica cerebral combinando la representación espacial con información relativa a un suceso y creando de esa manera memorias específicas de alta riqueza contextual y de detalles singulares... cosa que había perdido nuestro amigo Lenny de “Memento”, y que realmente lo tenía DE LA CABEZA. !Nos vemos el sábado que viene!

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